A partir de las 9:30 de la mañana, comenzaron los preparativos de una larga jornada de lucha. Los estudiantes de la Universidad Provincial de Córdoba (UPC), específicamente de la carrera de Composición Coreográfica, se encuentran dispersos en el aula, con cuadernos, lápices y hojas dispersos en el suelo.

En el marco de la tercera marcha federal universitaria, el alumnado del espacio curricular Prácticas Profesionalizantes II, sumaron sus cuerpos a las intervenciones artísticas que se realizaron en movilizaciones anteriores, bajo la dirección de la profesora Luciana Maltez y su grupo de investigación llamado A cielo abierto. Crédito: Valentina Ñancufil.

Antes de la acción callejera

“Esta vez, lo que les estoy proponiendo a los chicos es analizar y proponer una idea de coreografía expandida y que puedan reconocer la acción de ‘poner el cuerpo’, organizar los cuerpos, las gestualidades y las temporalidades dentro de un reclamo, protesta o lucha”, explica Maltez. Entre conversaciones, risas y dibujos, las alumnas comienzan a corporeizar sus ideas, para crear una nueva pieza en el rompecabezas de una intervención que ya fue pensada y presentada anteriormente ¿qué más se puede aportar en este nuevo contexto?

El pensamiento comienza a cobrar forma material, y la pieza coreográfica entra en las primeras pruebas de movimiento. Las alumnas forman una figura de encastre de cuerpos, donde se ve un hueco, buscan ocuparlo con la pose que quieran, pero el mensaje es claro: todas las poses que se iban formando en conjunto, los cuerpos unidos unos con otros, transmitían sostén, contención y ternura.

Encastre no significa enredar los cuerpos aleatoriamente, es tomarse el tiempo de observar la figura que se formó, y pensar cómo se puede aportar al sostén y equilibrio de las compañeras que se han ubicado. Y cuando toque abandonar mi puesto, debe quedar la huella de que el cuerpo ocupó ese espacio. “Es difícil salir de ahí, cuando hay tantas cosas enredadas. No queda mi huella porque si salgo, se desarma todo”, observa una de las alumnas. 

Llegadas las 11 de la mañana, se abandonó la sala para continuar el armado coreográfico en una de las explanadas de la ciudad de las artes. El cielo se había despejado, la temperatura estaba aumentando y poco a poco se iba acercando la concentración de la marcha. Las alumnas pusieron en común ideas, conceptos y pautas coreográficas. A su vez, lograron captar la esencia de este tipo de puesta en escena: una coreografía expandida que debe adaptarse constantemente al espacio urbano, repleto de gente marchando a su alrededor, con una atmósfera ruidosa, la movilidad puede interrumpirse y el público no está en un solo frente, está en todas partes.

Ya llegando al mediodía, y luego de ensayar la pieza nueva del rompecabezas, la intervención “Encastre” ya está lista. Consiste en el uso de los cuerpos como símbolo de apoyo mutuo y contención. En su armado, la profesora Maltez mencionaba a sus alumnas: “Tienen que hacer ver la ausencia de apoyo; cuando estoy sosteniendo, estoy dando fuerza al otro”. Algo así como que si una de esas fuerzas, se ausenta, el sostén se pierde y otro cuerpo cae, perdiendo su equilibrio.

Avanzadas las doce del mediodía, las intérpretes de marchas anteriores llegaron a la facultad para ensayar todo en su conjunto. Habían elementos que eran claves para realizar las intervenciones: mochilas en la espalda, libros en alto, remeras blancas y tizas de colores para escribir en el suelo asfaltado, y un agregado muy importante: el Boleto Educativo Cordobés. En homenaje a la Noche de los Lápices que se conmemoró un día atrás. Porque la protesta no es aislada, lleva consigo la memoria: “La perspectiva es también dejarse atravesar por la historia, la historia personal y la historia misma”, mencionó Maltez al explicar el objetivo de la pieza coreográfica.

Sobre la marcha

A partir de las dos de la tarde, el grupo de casi cuarenta alumnos arribó a las calles de la ciudad universitaria, entre cánticos de protesta, carteles y pancartas. Todas las miradas de los presentes comenzaron a poner su foco en los libros que los estudiantes tenían en alto, fueron los protagonistas de la entrada y el primer y principal código para encontrarse y ubicarse entre ellos si alguna se queda atrás.

Una vez que se concentraron todas las intérpretes, se llevó a cabo la primera intervención: usando las remeras blancas como capucha, las bailarinas se ubicaron en forma de cardumen, retrocediendo hacia atrás en conjunto, sosteniéndose entre ellas y representando la unión y la lucha colectiva. 

Más adelante, tras el grito de pizarrón los cuerpos se dispusieron sobre el suelo, escribieron con sus tizas frases como si hay veto hay marcha, lucha como una abuela y educar es un acto político. Al mismo tiempo, la pieza de encastre se disponía en el medio de la escena. Las puestas en la calle mantuvieron una proyección constante durante todas sus repeticiones: calma, silencio y respeto. El público siempre se fue renovando en los distintos puntos de la marcha donde se llevaron a cabo, sin embargo, la curiosidad y admiración por los estudiantes que luchan poniendo el cuerpo, nunca se desvaneció.