La Orquesta Académica del Teatro del Libertador, bajo la dirección de Emir Omar Saul, interpreta la Obertura Egmont Op. 84 y la Sinfonía n°7 en La mayor, Op. 92 de Ludwig Van Beethoven en la Sala de las Américas, en el Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba, con entrada libre y gratuita hasta llenar la capacidad (1146 butacas).
Es jueves 2 de octubre, un día caluroso, hace 28 grados. Son las seis menos cuarto de la tarde y la Sala de las Américas se encuentra completamente vacía. Alrededor de las 18 llega la primera persona, una señora indecisa, quien no sabe si está demasiado temprano o si debería quedarse para guardarle lugar a su familia, opta por esto último. En unos minutos llega el staff y comienzan con los arreglos, acomodan las sillas en el escenario y los correspondientes atriles para las partituras. A la media hora llega una encargada de la orquesta con todas las direcciones de dónde debe ir cada cosa y comienzan a cambiarlo rápidamente según las indicaciones.

A las 18:52 llega el primer grupo de personas, dos chicos y una chica, todos jóvenes. Se sientan pacientemente a esperar que comience la obra.
Para eso de las 19:20 ya se empieza a llenar la sala, con gente de todas las edades, principalmente jóvenes y adultos mayores. Entre ellos, una señora del público explica que le encanta asistir a todos los eventos culturales que encuentra mediante las redes sociales como Facebook e Instagram: “son eventos gratis, siempre que me quede accesible de llegar, trataré de asistir” recalcó la asistente.
Más o menos a la misma hora comienzan a llegar todos los músicos y sus correspondientes instrumentos. Entre ellos, dos participantes de la Orquesta Académica del Teatro Libertador. Berenice Negrete, de Unquillo, quien participa tocando viola expresó: “para mí participar de este concierto es bastante lindo, aunque fue medio a las apuradas, a los trancones, pero se va a hacer un buen concierto, es muy especial el repertorio que hay”. Con ella llegó la violinista Martina Romero, quien indicó que fue un desafío trabajar con el nuevo director ya que les implementó muchas técnicas nuevas a las que no estaban acostumbrados y frenaron múltiples veces. Añadió que “el concierto de Beethoven se caracteriza por las dinámicas del romanticismo las cuales son muy exageradas”. El director invitado, Emir Saul, marcó mucho estos cambios a los cuales no estaban acostumbrados.

A eso de las 19:24 algunos músicos comenzaron a hacer pruebas de sonido, dos violonchelos comenzaron a darle una suave melodía al lugar, mientras practicaban pequeños fragmentos de la obra. A los pocos minutos, más músicos subieron al escenario y se acomodaron. Pusieron las partituras en su lugar y trajeron sus instrumentos al escenario. Al mismo tiempo, más gente toma asiento en las butacas de espectador. Faltan 30 minutos para el comienzo del concierto y la sala se encuentra al 50% de su capacidad máxima (1146 butacas: 606 en la platea baja y 540 en la parte superior). Cada vez más instrumentos se suman a la práctica de sonido a la vez que se escuchan los murmullos y conversaciones del público. Se entremezclan los sonidos de las prácticas individuales, ya que cada músico está tocando un fragmento diferente. Muy a lo lejos se escucha levemente un violín practicando, más bajo aún se logra identificar el contraste del contrabajo con su sonido grave. Por sobre todo, unas agudas tonalidades destacan: es una trompeta.
A menos de 20 minutos de comenzar, se pierde la distinción clara de los instrumentos ya que cada vez son más los que practican distintos fragmentos en el escenario. Se observan las facciones de concentración y nerviosismo en la cara de los músicos.
Todos los integrantes de la orquesta están vestidos muy elegantemente, los varones con trajes y corbata, y las damas con vestidos y tacones. Todos los trajes son de color negro, que además de elegancia le otorga un toque dramático.

A tan solo 10 minutos de comenzar, casi todos los músicos ya se encuentran en el escenario: algunos conversando, otros saludando con una gran sonrisa a sus familiares y conocidos en el público, y la gran mayoría, extremadamente concentrados, tocando sus instrumentos sin parar.
A 5 minutos de comenzar, todos los músicos ya están en sus lugares, cada vez llega más gente del público, y aún no hay rastros del director en el escenario. Las luces siguen encendidas, y la sala ya está ocupada en casi su totalidad, con solo algunos asientos disponibles.

A las 20:00 la sala está conformada por una mezcla de sonidos de todos los instrumentos practicando, se ve pasar a miembros coordinadores de un lado a otro cruzando por el escenario y hablándoles a los músicos. A los 5 minutos exactamente se apagan las luces, quedan únicamente encendidas las del escenario y los pasillos de los costados. El silencio del público es inmediato. Todos los ojos están colocados en la orquesta. Se pone de pie tan solo una de las violinistas, es la que guía todas las introducciones hasta que aparece el director de orquesta: Emir Omar Saul.
En el minuto en el que aparece el director en el escenario, todos los instrumentos hacen una pausa de unos 30 segundos, y seguida de esta se escuchan los fervorosos aplausos del público mientras se dirige hacia el público, luego se voltea hacia los músicos, dándole la espalda al público y hace un gesto con las manos, seguido de este, todos los músicos se ponen de pie: el público les aplaude con entusiasmo. Vuelven a sentarse y con tan solo un gesto comienza la obra: el dramático sonido de Ludwig van Beethoven toma posesión del Pabellón Argentina con las primeras notas de “Obertura Egmont, Op. 84”.
Sobre “Obertura Egmont, Op. 84”: Historización
Esta obra fue compuesta entre 1809 y 1810, en el marco de la transición entre el Clasicismo tardío y los comienzos del Romanticismo. Se inscribe dentro del llamado período heroico de Beethoven. En 1809, Viena cayó bajo el dominio de las tropas de Napoleón. Si bien Beethoven había admirado inicialmente a Napoleón como símbolo de la Revolución y la libertad, para entonces lo veía ya como una figura de tiranía imperialista. En este contexto, la obra cobra sentido como un resaltado del triunfo de la libertad.
Inspirado en la tragedia Egmont (1787) de Goethe, la cual relata la historia del conde Lamoral de Egmont, héroe de los Países Bajos que se opuso a la ocupación española, Beethoven compone la Obertura Egmont, Op. 84. Ambos, desde la literatura como lo musical, buscan reencarnar la resistencia frente a la opresión. La obertura, termina siendo a su vez trágica y heroica: comienza con un tono sombrío para marcar la opresión, se intensifica con un gran dramatismo para resaltar la lucha y termina con un final triunfal y victorioso, símbolo de la libertad alcanzada.

Al término de la primera sinfonía interpretada, el director se da la vuelta ahora mirando al público, todos los músicos se ponen de pie y la sala se llena de aplausos. Al mismo tiempo que siguen sonando los aplausos, sale el director del escenario y se sientan todos los músicos. El silencio se vuelve a hacer presente en la sala. Se vuelve a poner de pie la violinista guía y suenan las primeras notas de la conocida “Sinfonía n°7 en La mayor, Op. 92” del compositor alemán.
Sobre “Sinfonía n°7 en La mayor, Op. 92”: Historización
Esta obra fue compuesta entre 1811 y 1812, estrenada en 1813. Su contexto se enmarca en una Europa atravesada por la crisis napoleónica. En ese entonces, Viena se encontraba ocupada por las tropas francesas (napoleónicas).
Durante este período, Beethoven estaba muy afectado de su audición, ya que poseía una hipersensibilidad auditiva, pero aún así quería proteger lo que le quedaba de audición de los fuertes bombardeos. Pese a las dificultades, siguió componiendo importantes piezas, gracias a su creatividad, talento y fuerte pasión.
La Sinfonía n°7 pertenece al período heroico del compositor, y se caracteriza por su ritmo, formando una danza histórica y vitalista, por lo que más tarde el compositor Richard Wagner la llamó “apoteosis de la danza”.
El 8 de diciembre de 1813, Beethoven organizó un gran concierto benéfico en Viena a favor de los soldados heridos en la batalla de Hanau conformado por la Sinfonía n°7 en La mayor, Op. 92; y la Victoria de Wellington o la Batalla de Vittoria, Op. 91. Esta batalla fue durante el 30 y el 31 de octubre de 1813, cerca de Frankfurt, donde los aliados derrotaron a las tropas napoleónicas. Esta victoria fue celebrada por todo el Imperio Austriaco, ya que después de más de una década, simbolizaba el fin del dominio napoleónico.

Alrededor de las 20:54 el director hace una pequeña pausa de 30 segundos y se da la vuelta dirigiéndose al público, los aplausos lo acompañan. Al pasar los segundos, se voltea, hace un gesto y sigue la orquesta por otros 5 minutos.
A las 21:00 termina de sonar la sinfonía, se prenden las luces y todos los músicos se paran, el director da la vuelta hacia el público, se sientan todos los músicos nuevamente siguiendo los signos que les hace, luego los levanta según la división de instrumentos progresivamente, para que así todos se lleven sus respectivos aplausos, hasta que quedan todos los músicos parados, se escuchan gritos eufóricos “¡bravo!”, algunos silbidos y muchos aplausos. Algunas personas del público hasta se paran para mostrar su máxima admiración. Suben al escenario algunos miembros familiares y conocidos a saludar a los músicos. Comienza a salir el público y despejar la sala luego de una emotiva vuelta al siglo XIX a través de la música.