En una entrevista exclusiva el El Aspirante, el músico cordobés, Pedro Pacheco, habla sin filtros.

Desde su adolescencia sacrificada hasta el error que cometió frente a Luciano Pereira en el Luna Park. Y por qué cree que el folclore está “un poco abonado” en Buenos Aires.

Es un referente del folclore argentino. Nació en Dean Funes, donde la música y la tradición laten con fuerza. Lleva adelante un legado familiar que trasciende generaciones. Su trabajo mantiene viva nuestra memoria musical.

Nos invita a redescubrir raíces y paisajes sonoros. Estos nos conectan con nuestra identidad más profunda. Su figura quedó reflejada en “La Casa de los Pachecos”. La película muestra la riqueza cultural deanfunense. Retrata el alma de una familia cantora. Es un placer conversar con vos, Pedro.

Queremos recorrer tu historia de cerca. Conocer qué significa ser guardián del folclore auténtico. Bienvenido.

¿Quiero preguntarte quién sos? desde tu mirada.

¿Desde mi mirada? Yo tengo una mirada bastante perfil bajo. Me siento un músico que me crie en una familia donde se ama mucho la música, sobre todo la popular, el folclore. Fue la suerte de tener unos tíos, abuelos, viejos, hermanos, primos, que entre todos fortalecimos eso de amar la música. Y bueno, me considero un buen músico que pudo plasmar mi estilo propio dentro del folclore y con artistas muy relevantes para la música. Así que nada, soy afortunado en ese sentido.

En tu vida ha sido una carrera meteórica desde muy joven. ¿Hubo algún momento que quizás en la soledad de una habitación de hotel, después de un gran show, en el que te sentiste el niño de Dean Funes y el baterista estrella chocaban? ¿Entraste en una adolescencia normal, según tu punto de vista?

No, adolescencia normal no tuve. No tuve una adolescencia normal porque yo más o menos a los 12 años empecé a tocar y a salir de gira con los Cuatro de Córdoba, que es un grupo también muy emblemático del folclore, que hoy en día tiene 55 años de trayectoria. Bueno, en ese grupo estaba mi tío, el hermano de mi papá. Yo viajaba un poco en familia, pero no viajaba como un niño de 12 años. Me encontré con la experiencia de tocar y trabajar, digamos, porque pagaban. Entonces ya de esa edad en adelante, me lo tomé todo como un trabajo.

Y cuando tenía 15 años me salió la oportunidad de tocar con Luciano Pereira. Que estaba en un momento muy fuerte en su carrera… cuando hizo el traspaso, de un poco de folclore a un poquito más melódico, sumaron batería y me llevaron a mí. A los 15 años. El hecho de empezar a tener responsabilidad de trabajar, de viajar, de salir del país, el permiso de mis padres para poder viajar, con este tutor, porque era menor de edad… un montón de cosas que un adolescente de 15 años no vive.

Tuve la suerte de viajar con mi hermano mayor, que él tocaba también con Luciano, lo tenía de tutor. Pero significaba los fines de semana no estar en la pileta, significaba a la mitad de semana en la escuela tenés que faltar, tenés que viajar. Estaba pasado de falta, estaba a punto de quedarme libre. Muy difícil llevar la vida de un adolescente normal, que a su vez también trabajaba de la música y era viajar mucho. Conocer lugares y la responsabilidad de tocar con un artista que no puede fallar… Me exigían igual que a un tipo de 50 años.

No me quejo porque conocí muchos lugares lindos, hice muchos amigos en la música. Mis primos también pasaron por lo mismo, a los 17-18 años, empezaron a salir de gira. A mi hermano también, ya más o menos, conocemos.

Mi hermano tocó mucho con Luciano, después tocó con el “Chaqueño” Palavecino, tocó con Tamara Castro, con Facundo Toro… siempre hemos vivido en gira. Yo toqué muchos años con Luciano, cuando entré a los 15 años, estuve 7 años con Luciano y surgió una audición para baterista de La Sole, me presenté a audicionar y quedé. Estuve 8 años con La Sole.

Es una experiencia única porque bueno, fue saltar, empezar a jugar en primera, así de muy temprana edad y acompañando a los artistas de los más populares, de los más grandes.

¿Qué sentiste en ese momento, dar ese salto?

Como te digo, lo normalicé mucho a la música. Yo lo veía a mi tío, lo veía a mi hermano, lo veía a todos los que vivían de la música y para mí era un trabajo mágico.

Pero sí, el salto de Luciano a La Sole me costó un poco musicalmente porque era algo muy distinto, acoplarme y acomodarme con La Sole. Y también extrañar a mi primo y a mis mejores amigos que estaban ahí en la banda de Luciano.

De repente vos saltas de otra banda y te cruzas con 15 personas que tenés que compartir, convivir y conocer. Yo por suerte no tengo problemas en la convivencia. La pasé muy bien. Era una linda banda. Muy familiar.

El folclore es comunidad, pero el rol del músico de sesión, de gira, puede ser profundamente solitario. ¿Cómo lidiaste con la paradoja de estar rodeado de multitudes, pero lejos de tu familia, tu tierra, durante tanto tiempo? ¿Qué ritual personal desarrollaste para mantenerte conectado con tus raíces?

Sí, la verdad que esa pregunta es muy difícil. Nunca tuve ningún ritual ni nada. Siempre fui muy especial con mi familia, siempre fui medio “renegado”. Estoy acostumbrado al desapego y al desarraigo.

De hecho, me quedé en Buenos Aires solo, a los 20 años y viví hasta los 29, 10 años. Y venía poco a Córdoba, porque tenía muchas actividades, las giras eran muchas y además tenía muchos alumnos. Tenía mi vida armada allá, en el medio pasaron cosas, mi hermana se enfermó, entonces me terminé viniendo a Córdoba. No sufrí el desarraigo. Y Dean Funes es un pueblo medio aburrido, como músico no tengo mucho para hacer.

Subir al escenario de Cosquín de niño es un sueño, pero también una carga enorme. ¿Qué miedo era más grande en ese momento, equivocarse frente a todo el país o defraudar a tu familia? ¿Cómo manejaste ese miedo?

La verdad es que a esa edad no lo vivía con miedo, porque lo disfrutaba, era un juego. Tomaba conciencia de que estaba en Cosquín, que me estaban viendo en la televisión, la cantidad de gente que había, mi familia… lo disfrutaba.

Aparte, una de las primeras veces que subí fue con Ika Novo. Creo que tenía seis años yo. Él siempre me trató como un niño. De hecho, me acuerdo que hasta el último momento yo no iba a tocar, porque la comisión de Cosquín no me dejaba porque era menor e Ika Novo decía: “Pero él no es un niño, es un músico”. Y yo lloraba porque no iba a tocar. Claro, yo me había ilusionado con que iba a tocar y no tocaba, entonces me daba la llorada. Hasta que Ika dijo: “Si no toca él, no toco”. Y bueno, me hicieron una excepción y me dejaron tocar.

Al año siguiente fui con los Cuatro de Córdoba, que me hicieron el mismo problema, me hicieron llorar. Me acuerdo que hubo uno de los Cuatro y me dijo: “Vos no llores”. Y yo: “Si no, no toco”.

Al final terminé tocando y toqué muchas veces más, siendo menor. Y nunca me dijeron nada porque ya me conocían. Sabían que era el niño que tocaba. Volviendo a la pregunta, no sufría ni tenía ninguna presión ni nada. Lo vivía como un juego, como si estuviese tocando en el patio de mi casa.

Como baterista, ¿tenés un talón de Aquiles rítmico? ¿Un ritmo que se te resista o que te haya costado dominar?

No. Eso me suele pasar en Buenos Aires cuando toco con bateristas de otro género, que no conocen tanto el folclore por dentro. Que sí hay algunos ritmos folclóricos que no los entienden o les cuesta asimilarlos.

A mí no, porque desde chiquito escuchaba de todo un poco. Podía tocar una zamba, un gato, una chacarera, un escondido, una chamarrita, una vidala… todo el género folclórico lo conozco y lo domino bien.

Yo creo que un talón de Aquiles, es algo que vos no estudiaste o no lo mamaste. Por ejemplo, el jazz, que es una música que nunca me llamó la atención y entonces no la tengo ni siquiera escuchada. Y me ha pasado con músicos amigos decir “vamos a hacer una improvisación de jazz” y yo: “No, porque no sé”. Puedo seguir el ritmo, pero no sé lo que estoy tocando, no lo interpreto, no conozco el género”. Como si un baterista de jazz toca una chacarera, no va a entender lo que es, tiene que estudiarlo.

¿Y cómo es tu relación con el error en el escenario? ¿Cómo aprendiste de eso?

Tuve la suerte de ser muy seguro de mí mismo en la música. A lo mejor esto de haber tocado de tan chico, me hizo ser muy seguro. Por eso nunca tuve miedo a tocar, es muy difícil que erre en un show.

El batero relató que, a pesar del fuerte carácter de Luciano Pereira, el artista nunca faltó al respeto cuando él cometió un error en el escenario. Recordó “en un show en el Luna Park con Luciano, repleto de gente, largue otra canción. Yo largaba los temas y daba la cuenta de las canciones, y en la lista de temas, salté uno. Y en ese momento se larga otro que nada que ver. Le pegué a los platos y quedé regalado. Y todos empezaron a mirar, ¿qué pasó? Y Luciano cantó media canción mirándome a mía lo que Pacheco respondió admitiendo su confusión y continuó tocando.

El músico reflexionó sobre cómo estos imprevistos, desde saltarse un tema hasta que se le rompa un parche o un pedal, son parte de la vida sobre el escenario. Subrayó que en esos momentos es el “oficio” —la experiencia acumulada tras años de carrera— lo que permite sacar adelante el show. Pacheco destacó la paradoja de que, mientras los músicos en el escenario son hiperconscientes de cualquier fallo y “se quieren matar” por ello, el público generalmente no se percata de estos problemas, ya que suelen ser errores “imperceptibles” para quien está afuera.

El percusionista aclaró que la expectativa de liderar un grupo familiar siempre recayó en su hermano. Explicó que, habiendo iniciado su carrera como músico sesionista desde muy joven, se acostumbró y aprendió a disfrutar de tocar para otros artistas, sin sentir la necesidad de crear su propia agrupación bajo el apellido Pacheco.

Reconoció que, en algún momento, llegó a sentir cierta presión, ya sea por parte de su hermano o autoimpuesta, que lo llevó a sentir la obligación de sumarse al proyecto familiar. Sin embargo, con el tiempo se involucró genuinamente, hasta asumir la gestión comercial del grupo.

Aunque actualmente no participa como músico activo, Pacheco sigue ejerciendo como manager de la agrupación. Concluyó afirmando que, en definitiva, el legado familiar nunca representó una carga para él, pero sí destacó la gran dificultad que implica sostener un proyecto artístico propio en la actualidad.

El músico afirmó que para cualquier grupo nuevo es muy difícil abrirse camino, ya que “se tiene mucho en contra”. Pacheco reflexionó que, aun contando con la ventaja de un apellido con tanto peso en el folclore como el suyo, conseguir un lugar en festivales consagrados como Cosquín o Jesús María es una tarea ardua, admitiendo que su propia participación en esos eventos se debió fundamentalmente a ser “Pacheco”

Has sido arquitecto de ritmo para algunas de las voces más famosas del folclore. Y si tuvieras que definir, ¿Cuál es tu huella digital sonora como Pedro Pacheco?

Yo creo que me pasó en el 2013 que una marca de batería me llamó para sponsorearme, y para mostrarme como artista de la marca.

Me hicieron hacer un par de videos para promoción en YouTube. Se me ocurrió, hacer como una chacarera conocida, pero ponerle mi impronta. Arreglarla y tocar lo que yo tenga ganas. Cosa que le gustó mucho a la gente.

La chacarera, en un toque tenía 150,000 vistas en YouTube. Después de ese video, me empezaron a llamar para dar masterclass o clínicas de batería por todo el país.

Ahí fue que descubrí esa impronta. No la podía plasmar con Luciano, porque él es como muy estructurado, tenés que tocar siempre lo mismo, todo el tiempo. Pero La Sole, aprovechó eso, esa forma de tocar y lo plasmamos en sus shows. Quedó buenísimo. Empecé a tener muchos seguidores bateristas. La Sole me permitía brillar, ahí arriba de su show. Estaba todo muy basado sobre la batería.

Pedro Pacheco reveló que recientemente se reunió con Soledad Pastorutti (“La Sole”) para tomar un café y rememorar su época juntos. En la charla, ambos coincidieron en que su estilo en aquel momento incorporaba una impronta rockera a la base folclórica, particularmente en su forma de abordar la batería.

El músico detalló técnicamente esta innovación: explicó que implementaba “fraseos lineales” en ritmos como la chacarera, integrando el pedal del bombo junto a las manos en los repiques. Mientras que en el folclore tradicional estos recursos son infrecuentes, Pacheco los tomó prestados del rock, creando así un estilo híbrido y personal.

Destacó que, al tocar con una artista de la visibilidad de La Sole, su forma de ejecución se volvió referente en el ambiente. Esta exposición masiva generó que numerosos bateristas se acercaran a él para aprender su técnica, consolidando así su influencia en una nueva generación de músicos folclóricos.

Imagina que por un día el folclore no existe. ¿Qué otro género musical te gustaría tocar para salir de tu zona de confort? ¿Qué te gustaría tocar?

Me gusta el pop. Me gusta mucho. Y, bueno, el rock. Depende de la banda el rock.

¿A vos te gusta el rock?

Soy de la onda, tengo más amigos del rock que del folclore. Porque cuando viví en Buenos Aires, los bateristas son muy unidos. Son muy fanáticos del instrumento. Se juntan a comer asado, a jugar fútbol.

Me integraron en esa comunidad, era el único que tocaba folclore. Les llamaba mucho la atención. Y a veces nos juntábamos a tocar. Nos hemos juntado a tocar con el batero de Los Piojos, con el de Dividido, con el batero de La Mancha de Rolando… bueno, soy como hermano con el batero de Dividido y con el de Los Piojos, nos hicimos muy amigos. Después, el batero de Fito, el de Charly, los bateros de Spinetta, todos. Son todos mayormente del género del rock. Porque Buenos Aires no es tan folclórica, la capital. El folclore está, un poco, “abonado”.

Pedro Pacheco manifestó que, más que ser recordado por su hijo como un músico excepcional, le interesa primordialmente que lo reconozcan como una buena persona. El artista afirmó que, en su experiencia, al momento de compartir y convivir en una banda, el valor de ser “buena gente” tiene un peso significativamente mayor que el de ser simplemente un “buen músico”

Se realizó un film sobre la familia cantora titulada La Casa de Pacheco. Y el director, Sergio “Cuchi” Constantino, comentó que lo que más le llamó la atención fue el carácter profundo del folclore y las canciones que interpretan, por ejemplo, del “Gringo”, que no son populares y no tan difundidas, sino que son piezas anónimas más o menos entre 50 y 100 años de antigüedad. ¿Qué opinión te merece esa visión?

Sí, Cuchi es una persona que nos conoce muchísimo. Porque en el año 2000, ¿te acordás del programa Sorpresa y Media? Un amigo de la familia mandó una carta porque le llamaba mucho la atención el hecho de que venía siempre los fines de año de la familia o a algún cumpleaños y las familias reunidas, los niños cantaban, los más grandes cantaban, mis abuelos tocaban.

Mandó una carta a programa “el sueño de los Pachecos era grabar un disco”. Cuchi eligió ese sueño que marcó mucho a la familia. El sueño consistía en llevar a toda la familia a Buenos Aires, a un teatro en La Boca, armar un show como si fuese el patio de mi casa donde tocaban todas las generaciones de Pachecos y se grabó en vivo.

Y eso salió por Canal 13, por Sorpresa y Media. Tuvo impacto también en Cadena 3, en los diarios del interior, todos los diarios de Buenos Aires. Llamó mucho la atención que era una familia de Córdoba que hacía folclore.

Cuchi hizo una profunda amistad con la familia, estudió mucho para hacer el sueño y llevar a cabo la película. Es un amigo, que muchos fines de año lo pasa en mi casa, en lo de mi viejo. Así que es un tipo que conoce, aparte es un director de cine muy groso.

Para concluir la entrevista, Pedro Pacheco valoró muy positivamente el encuentro, destacando que le había encantado el nivel de profundidad y elaboración de las preguntas. El músico comparó esta experiencia con entrevistas previas que le habían realizado medios especializados, tanto en Argentina como en Perú, afirmando que ninguna había abordado su trayectoria con una mirada tan amplia y detallada. Con un caluroso “está buenísimo”, Pacheco cerró la conversación, dejando patente su satisfacción por el diálogo mantenido.