Así lo afirmó la docente e investigadora Fernanda Bratti, integrante del proyecto FURIE.
Se trata de una iniciativa académica que articula comunicación, género y derechos humanos desde enfoques transfeministas e interseccionales. Con colegas y estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, busca desarmar los discursos que normalizan la violencia machista.
En la entrevista, Bratti subrayo: “Los femicidios, como el triple crimen de Brenda, Morena y Lara, no son hechos aislados. Son expresiones de una violencia estructural que interpela a la sociedad y a las instituciones”.

 ¿Cómo nació el proyecto FURIE y qué objetivos principales persigue en el ámbito académico y social?
FURIE significa “Género, comunicación y derechos humanos”. Surge en continuidad con trabajos del CIPeCo “Héctor Toto Schmucler” y la Facultad de Comunicación de la UNC. El proyecto busca avanzar en teoría y metodología, además de generar conocimiento en conjunto.
FURIE tiene como objetivo principal explorar la intersección entre comunicación y estudios de género, siempre desde una visión de derechos. También analiza cómo se crean estrategias y acciones colectivas con enfoques transfeministas y decoloniales.

¿Qué aportes innovadores buscan hacer con esta investigación en relación a la violencia de género y los femicidios?
La innovación está en el enfoque. En lugar de ver femicidios como casos aislados, se estudian sus contextos discursivos, simbólicos y emocionales.
El proyecto observa narrativas mediáticas sobre odio y violencia, la espectacularización y las representaciones corporales. También explora dispositivos artísticos, prácticas de cuidado y memorias activistas como formas de resistencia.

 ¿Qué aprendizajes o hallazgos del proyecto pueden ayudarnos a pensar y explicar casos tan brutales y recientes?
Entre los hallazgos un eslabón clave es la violencia simbólica. La espectacularización del dolor y la invasión de la intimidad generan una segunda violencia, la cual naturaliza la primera.
Los estudios también muestran prácticas colectivas de cuidado y memorias de activismo que resisten al olvido.

 ¿De qué manera esperan que FURIE impacte en la formación de nuevas generaciones universitarias y en la sociedad en general?
FURIE busca formar comunicadores comprometidos con derechos humanos. Quiere impulsar relatos respetuosos y responsables. También contribuir al debate público y a políticas que aborden la violencia machista desde una mirada estructural.
En última instancia, el objetivo es apoyar las luchas colectivas e imaginar otras formas de vida posibles.

 En medio de un contexto tan doloroso como el triple femicidio de Brenda, Morena y Lara, ¿cómo interpela esto al proyecto FURIE y a sus líneas de investigación?

El crimen de Florencio Varela no es un hecho aislado, repite lógicas de violencia estructural que FURIE investiga. Estos crímenes obligan a revisar cómo los medios, sociedad e instituciones narran estas violencias.
FURIE insiste en que los femicidios no deben reducirse al morbo noticioso, sino leerse como parte de un entramado social y político.

Desde su mirada como investigadora, ¿qué debería cambiar en las políticas públicas y en el abordaje judicial para evitar que se repitan estas tragedias?

Hace falta una política integral de prevención que no se limite a la reacción posterior al hecho. Esto implica recursos adecuados para la protección de mujeres y personas en peligro, con la colaboración entre la justicia, la policía y organismos de género. Hace falta capacitación transfeminista en todos los niveles del Estado. Además, es importante que se aplique de forma estricta la Ley 26.485 en su parte sobre violencia simbólica, ya que aún no cuenta con mecanismos claros para el control y sanción en relación con los medios de comunicación.

     ¿Qué responsabilidad sienten como investigadoras e investigadores al poner en discusión pública estos temas?

Nuestra responsabilidad es ética y política, no producimos conocimiento desde una supuesta neutralidad, sino desde un compromiso con la vida, la memoria y la justicia. Poner estos temas en discusión significa habilitar la voz de colectivos, familias y comunidades afectadas, y al mismo tiempo desarmar los discursos que justifican o banalizan la violencia.