Desde El Impenetrable hasta la selva misionera, Edgar Mazzalay lleva más de dos décadas acompañando a comunidades originarias. Con la Fundación Compartir impulsa proyectos de vivienda y educación que buscan dignificar la vida y abrir oportunidades en territorios históricamente olvidados.

De Villa Retiro al norte profundo

Edgar Mazzalay nació en Villa Retiro, Córdoba. Maestro mayor de obras y amante de la naturaleza, siempre se definió como una persona activa y solidaria. Desde chico se sintió interpelado por la desigualdad y la falta de oportunidades sociales y económicas.

Su primer acercamiento fue con personas en situación de calle. Más tarde, el camino lo llevó hacia el norte del país. En 1998 llegó a El Impenetrable chaqueño, donde descubrió la dura realidad de las comunidades Wichi: viviendas precarias, desnutrición, falta de alimentos y enfermedades. Esa experiencia lo marcó para siempre.

Edgar Mazzalay con Jacinto (Wichi) y Antonio (Toba).

El nacimiento de la Fundación Compartir

Tras aquella primera experiencia, Mazzalay comprendió que necesitaba dar un paso más. Así nació la Fundación Compartir, de la cual es el presidente. Esta es una organización sin fines de lucro que desde hace más de quince años acompaña a comunidades originarias en diferentes provincias. “Fundamos la organización para contar con una plataforma formal que nos permita afrontar nuevos desafíos y mejorar las condiciones de vida de los pueblos originarios”, explica su fundador.

En la selva misionera

Actualmente, Mazzalay trabaja en el norte de Misiones, dentro de la Reserva de Biosfera Yabotí, un territorio ubicado entre las Cataratas del Iguazú y los Saltos del Moconá. Allí habitan comunidades Mbyá Guaraní que llevan más de diez mil años asentadas.

Estos pueblos, retratados en la película La Misión (1986), son descendientes de los pocos sobrevivientes de la masacre representada en el film. Hoy, la fundación impulsa la construcción de escuelas en la zona, con el objetivo de dignificar la vida, reconocer derechos y favorecer el desarrollo colectivo.

Escuela en construcción.

La voz de Edgar

–¿Qué relación mantiene la Fundación Compartir con el Estado?
En general, nos manejamos de manera independiente, aunque en casos muy especiales hay colaboración puntual.

–¿Y quién se encarga de pagar a los maestros de las escuelas nuevas?
El gobierno de Misiones. Son empleados públicos del Estado. Además, el gobierno envía mensualmente un monto destinado a mercadería para los niños. Desde la fundación nos ocupamos de los útiles escolares al inicio del ciclo lectivo.

–¿Cómo reciben las comunidades estas iniciativas?
Muy bien. Anhelaban desde hace años ser escuchados. Venían pidiéndole al Estado la creación de escuelas y nunca tenían respuesta.

–¿Qué significa para vos este trabajo?
Me siento muy bien realizando estas actividades. No lo hago por un sueldo, es un voluntariado. No es una cuestión de dinero, sino de vocación. Me hace feliz: siento que hice lo correcto, en el momento y lugar correctos. Y si volviera a nacer, lo haría otra vez, y desde más chico si pudiera.

Edgar trabajando en la escuela.

Una vida marcada por la solidaridad

La historia de Edgar Mazzalay es la de alguien que transformó la empatía en acción concreta. Lo que empezó en El Impenetrable se convirtió en una fundación con más de dos décadas de trayectoria, que hoy construye escuelas y abre caminos de futuro en comunidades indígenas.

“Si volviera a nacer, lo haría otra vez”, repite. Porque para él, la solidaridad no es solo un compromiso: es un modo de vida.

Datos para donaciones

La Fundación Compartir está integrada por un pequeño equipo en Córdoba y por las comunidades que se convierten en voluntarias en la selva.

Quienes quieran colaborar pueden hacerlo en www.fundacioncompartir.org.ar  o con donaciones en el alias ARGENTINA-COMPARTIR.