Amargo obrero, cine independiente y rock, la santísima trinidad de “Un Mundo Feliz“. La sandwichería es un espacio para experimentar la cultura under.
Abrió sus puertas hace apenas dos años, pero parece que hubiese existido siempre. Ubicada en el centro de la ciudad, en la calle Caseros a metros de la Cañada, es el lugar de reunión donde nuevas formas de subcultura emergen en un ecosistema urbano cambiante.
“Un mundo feliz” tiene el aire místico de los antros de mediados del siglo pasado. Un pasado presente o presente pasado.
Es dueño de una estética particular: una silla de por acá, una mesa de por allá. Es como un departamento de alguien recién mudado. La ideología fuertemente marcada por una fotografía de Perón y Evita en la barra. Al fondo, un cine armado con un proyector y cinco bancos que parecieran ser rescatados de una capilla de colegio católico. Detrás de la pantalla hay un escenario armado con pallets de madera donde suele tocar “la bandita de mi amigo”, como diría cualquiera de los asistentes.
Algo místico tiene. ¿Será ese ambiente descontracturado?, ¿los precios tan baratos? o ¿las sorpresas que se pueden encontrar lo que lo hace tan llamativo? Deben ser las tres cosas, más un sinfín de otras respuestas. Cada quien tendrá sus motivos para ir. Sin embargo, sigue siendo curioso la popularidad que tomó en el último tiempo.

A pesar del auge de la cultura digital, las modas pasajeras y la diversidad que la ciudad de Córdoba ofrece, “Un mundo feliz” se convirtió en algo así como un lugar de pertenencia que no recae en el típico boliche rollinga. El bar se siente como un refugioespacio amigable y distendido para la supervivencia de las manifestaciones artísticas y de la política, acompañada por la buena onda del público.
En una ciudad que crece y crece cada día, el under y las tribus urbanas son un recordatorio de que la resistencia, la apertura y la diversidad cultural son necesarias.
Su lema lo dice todo: “La batalla cultural la ganamos entre todxs”. Esto debido a que son los mismos dueños quienes bancan a la escena cordobesa y federal dejando presentarse en su espacio a diversos artistas que solo tienen ganas de crecer, y les pagan con lo que ganan de la barra de bebidas. Tienen muy en claro sus principios y los de su gente. Eso explica por qué este espacio es lo que es: el público y los principios y valores que comparten. Solidaridad, comunidad, libertad, cooperación e independencia son algunos de ellos.
Es un espacio que ha sabido adaptarse a los tiempos que corren, trayendo esa nostalgia de la que sólo hemos escuchado hablar a nuestros padres y sin perder una esencia contestataria.