Bajo el lema “Lo viejo funciona”, el jueves a las 17 tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Comunicación el panel “Historieta y Memoria”. Los temas abarcaron las narrativas de historietas como mecanismo proactivo de memoria del pasado y análisis del presente.
El último día de la V Bienal de Periodismo y Comunicación cerró con todo. La apertura de la jornada fue a las 10 con un panel de Octubre Pilagá, organizado por Valeria Mapelman. A las 17, ya cerrando esta edición de la bienal, tuvo lugar un panel con foco en las historietas. Más específicamente, su narrativa como herramienta de memoria.
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En este panel participaron docentes de la FCC. Con la participación especial del profesor brasilero Ivan Lima Gomes, de la Universidad Federal de Goiás.
El panel estuvo integrado por Sebastián Gago de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC), el profesor Lucas Barone de la UADER, la profesora Cecilia Quevedo de la UNC y la comentarista Eugenia Boito.
El primero en exponer fue el profesor Barone, quien tomó como eje temático la historieta “El Eternauta”. Con el cómic y la serie en mente, organizó su exposición alrededor de cuatro espacios de memoria, respondiendo la pregunta:
¿Qué pasados culturales activa El Eternauta?
En principio, mencionó la memoria de un género antaño muy popular; la invasión extraterrestre.
Barone desglosó el género y apuntó a sus orígenes. Desarrolló que este constituía una narrativa popular en las sociedades imperialistas.

Es así porque, según describió el profesor, la retórica imperialista refiere a una sociedad fuerte y desarrollada que gobierna (domina) una débil e incivilizada.
Como en el ideario imperialista la propia nación se identifica vanguardista, una verdadera amenaza solo podría venir desde fuera del planeta.
Con esto en mente, Barone explicó que El eternauta consigue dar una muy argentina vuelta de tuerca al género, con amplia distancia de una mera reubicación del escenario.
Según el profesor, la principal diferencia radica en la construcción del enemigo. En las novelas tradicionales, el enemigo es ajeno y muy diferenciado a la raza humana protagonista.
En El eternauta, el planteo es que cualquiera puede ser un enemigo. Los alienígenas controlan la mente y asimilan los recuerdos de sus víctimas. Tu vecino, amigo, hermano, cónyuge… la línea entre amigo y enemigo es borrosa.
El segundo espacio cultural que recupera la historieta es el de una memoria reactivada de un pasado histórico argentino: el imaginario desarrollista.
Muy en sintonía con el ideario del primer peronismo, en El Eternauta los personajes buscarán crear tecnología propia, a través de la reutilización. El profesor diferenció la serie del material original, argumentando que si bien en la primera la reutilización está enfocada a uno mismo (en emplear tecnología antigua propia de la humanidad), en las historietas buscan reutilizar armamento y tecnología del enemigo extraterrestre.
El tercer espacio refiere a un imaginario cultural, el intelectual comprometido. En el cómic, argumentó que está representado por dos personajes. Uno siendo un exprofesor de física, representante de un saber teórico, y el otro un albañil, representante del saber práctico.
El cuarto momento, demostrado en la serie, tiene que ver con recuperar situaciones sociales previas y posteriores al 2001. Por ejemplo, la decisión de los vecinos de barricar el barrio para impedir que entren los demás; que los marginales se refugien en una iglesia.
El segundo en exponer fue el profesor brasilero. En los primeros segundos de la exposición, Ivan Lima Gomes declaró que continuaría su exposición en portugués, porque le resultaba más cómodo.
A excepción de algunos profesores, no parecía que nadie de la sala supiese portugués. Pasados los quince minutos de exposición, le pidieron al profesor que redondease la idea.
La memoria de los objetos en las historietas
Por último, tocó el turno del profesor de Teorías Sociológicas de la FCC: Sebastián Gago.
Cabe destacar que el profesor Gago durante mucho tiempo fue codirector del proyecto de investigación Secyt-UNC Consolidar “Procesos sociales de producción, circulación y recepción cultural en el campo de la historieta: crisis, continuidades e innovaciones”.
Para su exposición, Sebastián Gago recurrió a tres trabajos de la historietista germano-argenta Nacha Vollenwelder: Notas al pie (2017), El Reloj (2018) y Volver (2023).
Conocé más sobre Nacha en su página web.
El trabajo en historietas de Nacha es muy particular, ya que no se ciñe a los cánones narrativos de la historieta convencional. Ella construye su historia comparativamente, mostrando objetos, paisajes o personajes en apariencia sueltos, pero que en conjunto pintan un amplio panorama de significados.
El profesor Gago se refirió emocionado a esta historiografía de los objetos, siempre relacionados con la historia de la familia de la guionista/dibujante.

En “Notas al pie”, la historia sigue a la protagonista (la misma Nacha) y a su novia, que recorren diferentes lugares relacionados a la historia de la familia Vollenwelder.
“El andar representa para ella desandar la historia de su familia”, explica Gago. A medida que la protagonista y su novia pasean por diversos escenarios, la primera también los relaciona con eventos de la historia de su familia.
Por ejemplo, durante la visita a casa de su abuela, Nacha recuerda la historia de su tío Ignacio, desaparecido durante la última dictadura cívico militar en Argentina. Hace referencia a como, la noche de su desaparición, Ignacio olvidó su campera sobre un perchero.
Su madre -la abuela de Nacha- mantiene la campera en ese exacto lugar desde su desaparición en el 77’. Doblada y colgada, reposa junto al guardapolvo blanco que usaba para salir a pedir justicia como Madre de Plaza de Mayo.
Mucho del valor intelectual del panel se dió durante una breve sección de preguntas y respuestas, ya finalizado el evento principal.
Se disparó una conversación muy valiosa ante la inquisición de uno de los presentes sobre las historietas de Oesterheld y Solano, el Eternauta: ¿Es Juan Salvo un superhéroe? Al menos, en el mismo sentido que lo son los héroes de Marvel y DC.
La conversación primero recorrió la pregunta inicial, rozando la negativa. Pero antes de rechazarla por completo, la conversación se decantó por otros derroteros más amplios.
¿Por qué no hay tantos superhéroes en la historieta latinoamericana?
De responder esta pregunta se encargó Iván. Él argumentó que las narrativas latinoamericanas, desde siempre, tienden a estar en contacto con la propia realidad política.
Este contacto generalmente está abarcado de manera crítica. El latinoamericano ve a su alrededor y busca como cambiarlo. Con una sensibilidad incomparable a otras culturas, el latino comprende y luego critica el mundo que lo rodea.
Las norteamericanas no lo hacen de manera explícita. No hace falta mirar tan lejos, uno de los superhéroes más famosos es el “Capitán América”. Sus narrativas no son un mecanismo de autocrítica, sino más bien de difusión.
“Tienen una cultura mesiánica; creen que es su deber repartirla por todo el mundo”, comentó al respecto el profesor Barone.
“Para leer al Pato Donald” es quizás el libro más importante que trata esta temática.
Para elaborar su argumento, Iván instó a imaginar. “(…) sería como imaginar que Tarzán se deslizara de las lianas y acudiera a ayudar en movimientos revolucionarios de África”. La participación política y el diálogo son idiosincrasias de las narrativas latinoamericanas.
Es algo que quizás debería trabajarse en los tiempos que corren.
“Creo que es momento de dejar de lado la idea de que un espectador ‘consume’ un texto; el texto es como una persona, el lector conversa con el texto… y este le despierta pensamientos personales”, expresó el profesor Bordone cerca del final.
Leer, conversar individualmente con el texto, asimilar y compartir colectivamente. Es el ciclo sin fin de la historieta.