Por Jazmín Farías, Iván Martino y Valentina Robert
Durante la pandemia por COVID-19, profesores y estudiantes de la carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales investigaron las estrategias de cuidado en familias pobres y centros comunitarios de zonas rurales y urbanas de Córdoba. En total, 11 grupos en siete provincias cubrieron 28 localidades rurales y 22 barrios del Registro Nacional de Barrios Populares.
Los resultados son contundentes: en el 97 % de los hogares la principal cuidadora es mujer, con similar representación en el campo y la ciudad. Además, la mayoría de las personas que participaron en organizaciones comunitarias durante la pandemia fueron mujeres, tanto como dirigentes, encargadas del cuidado, o como destinatarias. Esta situación “da cuenta de la centralidad de la dimensión de género en el cuidado comunitario”, detalla el informe.
Para la observación se delimitaron tres objetos: familias pobres urbanas y rurales, organizaciones territoriales y políticas públicas. Entre agosto y diciembre de 2021 se realizaron 722 encuestas a familias, y 22, a integrantes de organizaciones sociales. En Córdoba se hicieron 50 encuestas a familias urbanas y 25 a familias rurales. En cuanto a las organizaciones sociales cordobesas, se hicieron dos entrevistas urbanas y una rural. Por último, para las políticas públicas nacionales y provinciales se puso en práctica un protocolo de observación.
La investigación, titulada Escenarios de las prácticas de cuidado: lo que aún no se quiere ver, se hizo en el marco de la convocatoria PISAC-COVID-19 Proyectos en Red, de la Agencia I+D+i del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.
Entre otras cosas, el informe muestra cómo la pandemia y el aislamiento obligatorio forzaron a las organizaciones a adaptarse y a desarrollar estrategias creativas como respuesta a sus problemas. Por ejemplo, ante la imposibilidad de los beneficiarios de trasladarse a retirar viandas se puso en práctica el “delivery comunitario”: vecinos que solidariamente entregaban las viandas a esas familias.
Silvia de Dios, coordinadora del nodo de investigación de Córdoba, habló de la dificultad de investigar en zonas rurales. “Ahí hay menos investigaciones y es un ámbito que amerita más trabajo investigativo, más vocación”, comentó. A su vez sugirió “pensar en el derecho al cuidado, y al cuidado como un trabajo”. “Existen lugares que en el Estado de bienestar son más sólidos que acá. Entonces es clave pensar en esa línea a futuro”, proyectó.
Entre las sugerencias que hizo el equipo investigador para el desarrollo de políticas públicas, De Dios destacó, en el ámbito rural, “garantizar las precondiciones básicas para el cuidado, como el acceso al agua, a energías o combustibles y la conectividad, además de la necesidad de avanzar en un mayor y mejor diagnóstico de necesidades de cuidado”. “En relación a la fuerte feminización del cuidado, se plantea avanzar en propuestas o programas educativos o culturales. Hay una reproducción de eso en muchas instituciones, por ejemplo, en los centros escolares y de salud”, observa.
El programa Salas Cuna: entre la precariedad y la feminización
“En Córdoba, entre las medidas de transferencia monetaria encontramos el programa Salas Cuna, destinado al cuidado de los niños hasta el ingreso escolar: desde los 45 días a los cuatro años. El Estado provincial le transfiere a las organizaciones un monto de dinero mensual por cada niño que tiene empadronado. Con ese monto, las organizaciones deben mantener la infraestructura edilicia, pagarle becas a las maestras o cuidadoras y brindar alimentación a los niños”, describió la investigadora.
“En este programa vimos que no hay ningún cuidador. Entrevistamos a organizaciones que ejecutan este programa y son todas mujeres. Y las condiciones laborales de quienes ejercen las tareas de cuidado son de mucha precariedad. Se pagan con una beca de muy bajo monto. Entonces decimos que hay muchos programas sociales destinados al cuidado que reproducen la feminización y la precariedad”, reflexionó.