El Aspirante pudo acceder a una entrevista con la ONG “Derechos Sobre Ruedas”, quienes se dedican a difundir y hacer respetar los derechos de las personas con movilidad reducida. Marysol Sánchez (presidenta), Carlos Figueroa (tesorero) y Lucía Olivera (secretaria) pudieron contar de primera mano cómo se vive el día a día en una ciudad que, por lo investigado, pareciera olvidarse de quienes en ella viven.
El mal estado de las calles y veredas de Córdoba es un hecho ya conocido para cualquiera que la habite, pero ¿qué pasa cuando una vereda rota o una rampa inexistente son la diferencia entre llegar o no, a un lugar? Para muchos este tipo de cosas no es más que una molestia estética o un inconveniente fácilmente sorteable.
Para las personas con movilidad reducida representan un impedimento para desarrollar con normalidad su día a día, teniendo que trazar intrincados mapas mentales para moverse de un lugar a otro con la menor de las dificultades.
–¿Es correcto usar el término de personas con discapacidad?
-Nosotros hablamos de movilidad reducida porque las personas que integramos este grupo tenemos movilidad reducida. La razón por la que no decimos “usuarios de sillas de ruedas” es porque hay personas que utilizan bastones canadienses, andadores, amputados con prótesis, entre otros que también son parte de este grupo”, explica Lucía. Persona con discapacidad engloba a todos, personas ciegas, sordas, entre otros.
El término al que el grupo de Lucía se opone es al de capacidades diferentes o capacidades especiales. “Nosotros siempre ponemos al frente a la persona. Hay una persona con discapacidad motriz; hay una persona con discapacidad visual. Siempre hay una persona al frente antes que la visibilización de la discapacidad”, distinguió.
–¿Cómo afecta el mal estado de las veredas en la movilidad diaria y en la independencia?
Carlos, a quien sus compañeras llaman cariñosamente Charly contesta: “Muchas veces tenemos que circular por la calle porque hay veredas que están rotas, que están desniveladas, que son de tierra o que hay pasto. Esto complica también nuestra seguridad”.
También se ocupa de señalar que incluso en casos donde las veredas se encuentran en buenas condiciones se ven obligados a ir por la calle debido a la falta de rampas reglamentarias en las esquinas. “Te quita tiempo… tener que esperar que venga alguien a ayudarte… poder bajar”, lamentó y concluyó: “Para nuestra independencia necesitamos que estén en condiciones”.
La inclinación de las calles también les juega en contra. Al respecto, Charly señala que le cansan mucho los brazos, en particular las empinadas. En otros casos detalla, que el propio diseño de las rampas muchas veces implica que la silla termine “enganchada” a causa del desnivel, y que necesite del auxilio de otros para poder seguir.
“Charly usa silla de calle, la manual que uno empuja con los brazos, pero yo uso una a motor. Estar pidiendo en la esquina que me bajen del cordón es mucho más complicado por el tema del peso de la silla”, añade Lucía. Cuenta también que la gran mayoría de las veces tiene que circular por la propia calle, pero que esto también es un problema por las malas condiciones en que están. “A veces nos insultan por hacer esto, nos dicen ‘ahí tenés la rampa’. Pero si no están en condiciones o no son funcionales, están de adorno”, dispara.
Otro punto importante es el tiempo que la Municipalidad tarda en resolver los reclamos asociados a las malas condiciones de las rampas. “La ultima vez que reclamé ,habrán tardado seis meses, y eso porque reclamé ante alguien que no pertenece a Obras Públicas”, puntualiza Lucía. “Ellos lo hacen como para cumplir, te dicen, ‘bueno, esa esquina ya tiene rampa’; pero no les interesa si se puede utilizar o tiene el nivel que indica la ordenanza”, agrega Charly.
-¿Hay lugares que tengan que evitar de la ciudad por las condiciones de las veredas o la falta de rampas?
Marysol toma la palabra y explica, “ya conocemos los lugares y entonces evitamos algunos. Sabemos que por ahí no se puede ir entonces tenés que ir por otro lado. Hay un circuito”. “Sabemos también a qué dependencia se puede acceder bien y a cuál no. No solamente son las rampas que están en la calle, en la esquina de la vereda, sino aquellas para entrar a una dependencia, a la Casa de gobierno, a la municipalidad, a un negocio. Ya lo tenemos diagramado en nuestra cabeza”.
Charly se suma y comparte, “ahora siguen colocando adoquines. Con mis ruedas de adelante que son duras y no de goma no puedo andar. Ni hablar de la parte de la Catedral donde los adoquines son viejos, entonces se les sale el cemento de las uniones. Entre esa grieta que queda ahí y la diferencia de desniveles, no podés andar”.
Lucía sale al cruce añadiendo: “Esa parte la evitamos, nos hace mal a la columna, al cuello, es muy complicada”; y Charly sale al cruce: “Es como si estar en silla de ruedas fuera en contra del diseño que se quiere para la ciudad”.
Los bares que ocupan las veredas o parte de la calle, como generalmente se ve en Nueva Córdoba también son una dificultad según señala Marysol. Se queja también de la propia municipalidad agregando macetas o bancos que también son complicaciones extras.
Seguimos hablando y los ejemplos abundan en situaciones donde el desconocimiento y la burocracia con sus reglamentaciones parecieran impedir o quizás servir de escudo a quienes buscan desentenderse de estos asuntos. Sobre esto, Lucía señala que hay locales que no pueden instalar baños accesibles porque se encuentran categorizados como “parte del patrimonio histórico”. Razón por la cual, “la municipalidad no les permite su construcción”.
-¿Esto es un problema de ahora?
“Venimos reclamando hace más de 10 años. Hemos propuesto en el caso de las esquinas que en vez de poner rampas, directamente bajen todas las esquinas y listo, con eso se arregla, es solamente cemento y voluntad”, dice Lucía. “Para nosotros lo más fácil es eso: el cemento. Es la opción más económica”, comparte Charly.
Esto se debe a que los tamaños de las sillas son muy diferentes y que muchas veces una rampa que quizás es funcional para cierto tipos de sillas no lo es para otras, bajando las esquinas ese problema desaparecería para todos. Lucía continua relatando: “Todo lo hacen estandarizado y no ven al resto del grupo, ni tampoco preguntan, porque nosotros nos hemos cansado de ponernos a disposición de cualquiera, pero tampoco nos llaman”.
-¿Qué cambios consideran centrales para revertir esto?
Lucía: Principalmente que se instruyan. El principal problema que hemos tenido es que se agarran de un papel que dice que la rampa tiene que tener “tanto por tanto”, pero cuando llegan a la práctica siguen haciéndolo sin tener en cuenta el ámbito en el que se va a colocar. Tienen que aprender a trabajar en conjunto con las distintas discapacidades que le toca a cada repartición. Querer hacerlo en serio, no hacer una, sacarse la foto y que quede ahí.
También explica que han intentado muchas veces y por diferentes medios que trabajen en conjunto y en particular con cada discapacidad. Incluida la propia área de discapacidad de la municipalidad pero que todo “ha sido en vano. No hay forma de que pase más allá de una reunión o de un compromiso de la boca para afuera que devenga en hechos”, concluye.
Lo más duro quizás de la desatención pública a las demandas en medida real de las personas con movilidad reducida es la indiferencia. La de las personas que por desconocimiento o por otras razones, no perciben estas problemáticas que afectan profundamente a tantos.
Derechos Sobre Ruedas hace campañas en sus redes sociales donde alertan sobre los distintos problemas que atraviesan las personas con movilidad reducida y generan conciencia sobre ello; pero la voluntad política, la mirada crítica y demandante de la sociedad son los factores decisivos para lograr un cambio.
“Visibilizar es la clave. Visibilizar todo lo que tiene que ver con accesibilidad. Visibilizar por qué tienen que estar bien hechas las rampas, por qué tienen que estar sanas las veredas, hacer eso. Mientras más se vea, la gente va a poder tener conciencia de la importancia y el por qué de tal o cual cosa”, apunta Marysol.
Charly por su parte es más crítico de este punto, “Yo antes pensaba como Marysol pero nosotros venimos desde hace mucho tiempo dando capacitaciones, mostrando en redes lo que nos pasa, pero todavía no se logra, la gente no se da cuenta. Yo creo que se debería empezar a multar través de un tribunal de faltas de la discapacidad. Que cuando haya un auto detenido en una parada de colectivo o una vereda en mal estado, se haga una multa, como las luces en la ruta. Para que cada uno se haga cargo de lo que le toca”.
El rol del municipio
“A veces nos abren las puertas o nos consultan, pero cuando ya hicieron las plazas, las esquinas, las rampas. Hemos ido a relevar plazas pero cuando ya las hicieron. Antes nos tienen que llamar, porque si no ¿qué vamos a hacer?, llegamos y vemos que la rampa está mal y ¿qué te vas a poner a hacer? ¿La vas a picar?”, dice Charly.
“Hemos hecho relevamientos donde las baldosas táctiles para ciegos estaban puestas al revés”, rememora Lucía. Luego reflexiona: “tienen que acostumbrarse a hacernos parte porque si no, no hay forma. Si reclamamos por una vereda vamos a la municipalidad, al CPC, a Espacios Verdes. ¿Por cuántas personas pasa la orden hasta la comitiva que finalmente va a ir a hacer eso? Hay un montón de jefes en el medio y esto termina siendo un teléfono descompuesto y la vereda salió como salió”.
“Y ahí queda” agregan casi al unísono.