La noche del sábado 21 de septiembre se anunciaba como una más en la ciudad de Córdoba, pero quienes se dirigieron al Club Atenas sabían que algo especial estaba por ocurrir. El inicio de la primavera prometía una fiesta memorable, y QLokura, la banda que ha sabido ganarse el corazón de miles, se preparaba para ser el centro de esa celebración.Las puertas del club se abrieron temprano. Afuera, una marea de fanáticos ansiosos, vestidos con camisetas de la banda y flores primaverales, comenzó a ingresar. Aunque la noche avanzaba lentamente, la expectativa crecía en el ambiente. Grupos de amigos y familias se acomodaban, mientras los DJs, que amenizaban la espera, trataban de contener la impaciencia del público.El reloj marcaba las 3 de la madrugada, y entonces sucedió: las luces se apagaron de golpe, el sonido de los instrumentos comenzó a resonar, y QLokura subió al escenario en medio de aplausos ensordecedores. El momento había llegado. Desde el primer acorde, el club entero se transformó en una pista de baile. Los presentes, que habían esperado horas para este instante, explotaron de emoción.La conexión entre la banda y el público fue inmediata. Los coros al unísono resonaban más fuertes que las bocinas de la madrugada cordobesa. El cuarteto, ese ritmo tan propio de la provincia, fluía a través de cada canción. “Amor de la calle” fue una de las primeras en encender el ánimo, seguida de “Culpable soy yo”, haciendo imposible contener las ganas de bailar , donde cada quien bailaba a su manera, pero todos con el mismo entusiasmo.A medida que avanzaba el show, la energía parecía aumentar en lugar de decaer. Entre canción y canción, los integrantes de QLokura interactuaban con la audiencia, creando una cercanía que hacía sentir a todos como parte de algo más grande. “¿Cómo están esos corazones, Córdoba?”, gritaban desde el escenario, y las respuestas eran ensordecedoras, con el público entregado completamente al espectáculo,así como se hacercsban a su público tomando cada celular para tomarse selfies y dando saludos a cada visitante lejano.El escenario estaba a la altura de la noche: un despliegue de luces, pantallas y efectos que acompañaban cada acorde, cada ritmo, amplificando la experiencia. La gente no paraba de moverse, en parejas o en grupos, con una alegría desbordante que solo el cuarteto puede despertar. La primavera, ese renacer de la naturaleza, parecía también renacer en los corazones de todos los presentes.A las 5 de la madrugada, cuando el último acorde se dejó oír, el club estalló en aplausos y ovaciones. Nadie parecía estar listo para que la fiesta culminará , pero la banda, tras agradecer al público por su entrega, comenzó a despedirse. Sin embargo, el eco de la música seguía resonando en el ambiente. La gente, al retirarse, aún tarareaba las canciones, como queriendo extender un poco más esa magia que había invadido la madrugada.El baile de primavera en Atenas no fue solo un espectáculo, fue una experiencia que dejó huella. Aquella madrugada, en medio de abrazos y sonrisas, Córdoba vivió una fiesta de cuarteto que difícilmente será olvidada. El cuarteto, una vez más, mostró su poder de unir a las personas, de hacerlas vibrar, de ser la banda sonora perfecta para la alegría de una ciudad que, cuando celebra, lo hace a lo grande.