Por Ailin Julieta Alegre
Sofía Squire, una comprometida con el activismo educativo y la construcción de comunidad, comparte su visión sobre la reciente movilización en defensa de la universidad pública y la importancia de sostener el tejido social en tiempos desafiantes.
—No te veo, pero porque soy miope.
Fue Sofía Squire la que rompió el hielo con ese mensaje, seguido del instantáneo encuentro de miradas que desembocó en risas compartidas. Su cálida remera naranja de militante, asomando por la campera a medio cerrar, le planta cara a un día frío y gris.
Ella es estudiante avanzada del profesorado y de la licenciatura en Letras Modernas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Su trayectoria de compromiso social y educativo viene de larga data. Inició, con sólo 13 años, a dar apoyo escolar en la Villa El Nylon, ubicada en Barrio Alta Córdoba. Tras dos años en la Facultad de Derecho, ingresó a su amada Escuela de Letras y descubrió “el poder de las facultades más pequeñas”. Se refiere a la posibilidad de compartir y profundizar, desde lo comunitario, lo sustancial de la Educación Pública.
Pasados veinte días de la Marcha Federal Universitaria, Squire reflexiona, sentada en la murmurante Plaza Seca, sobre las implicancias de la movilización y la continuidad de la lucha. Aquel fue el punto de partida que permitió entender lo vital de construir redes. ¿El desafío? Sostenerlas en el tiempo. “Más ahora, donde todo nos aísla, nos atomiza, poder romper con esas esferas de vidrio y unirnos es muy necesario”, puntualiza.
En su mochila de activista universitaria guarda sus vivencias como secretaria general y presidenta del Centro de Estudiantes, además de su paso por el Consejo de Escuela, el Consejo Directivo y la Federación Universitaria de Córdoba. Asegura que en todos sus roles tiene como faro una ferviente convicción: colectivamente se desarrollan las herramientas necesarias para dar respuesta a las demandas, urgentes e históricas, de cada claustro de la UNC.
—En la universidad se tejen un montón de redes. Mismas que intentan romper, ahora que cuesta mucho más crearlas.
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—¿Cómo viviste la Marcha Federal Universitaria?
—Con ansiedad —ríe y enciende un pucho fugaz—. Veníamos hablando mucho, con compañeres, de las experiencias previas, como la toma del Pabellón Argentina, en 2018. Veíamos que la lucha estaba orientándose hacia esa misma vía, la de tomar medidas de acción explícitas que saquen de Ciudad Universitaria a todo el cuerpo que tiene la UNC, para visibilizar las redes que la envuelven y hasta la exceden. Habilitar esa operación empática entre sujetos es primordial en un contexto tan individualista. Fue muy hermoso y me di cuenta de lo poderosa que estaba siendo esa marcha.
Posmovilización, la muchedumbre se dispersó y el clima de unión dio paso a la desconexión.
—Uno ve roto el ánimo porque la realidad material te frustra constantemente. Por eso, tenemos el desafío de tejer redes, para sostenernos de manera colectiva, conectarnos desde lo más humano y saber que no estamos solos. Pero está resultando difícil consolidar estos espacios. Fortalecer los lazos implica cuerpo, cabeza, tiempo, y no contamos con la posibilidad de poner tanto de eso como en otros momentos. Creo que hay voluntad, ganas e interés, que hay un germen, una pequeña llama que está ahí, esperando a que la sigamos alimentando y haciendo crecer. Es un reto y una oportunidad el ver cómo logramos sostener a lo largo del tiempo la articulación que conseguimos en la marcha.
—¿Cómo se sigue después del 23 de abril?
—Tenemos la particularidad de que antes del Pacto de Mayo, en la UNC hay elecciones. Y, en estos momentos, están siendo la respuesta al qué pasa después de la marcha. Es una gran ocasión para mostrar que las cosas funcionan cuando hay instituciones que respaldan. Para evidenciar que somos autárquicos, que podemos respetar nuestros organismos y que dentro de ellos podemos elegir democráticamente a nuestros representantes. Es una oportunidad para demostrar, a nivel universidad, que las instituciones importan, sirven y son perfectibles. Hoy, el simple hecho democrático de participar en las votaciones ya irrumpe con la idea del «Estado jardincito de infantes» que quieren instalar. No es así. Somos sujetos activos, pensantes, que importamos, opinamos y participamos.
En ese sentido, la actual candidata al Consejo Superior de la UNC destaca el papel determinante de la comunidad universitaria en el direccionamiento de las demandas.
—Creo que no son los dirigentes los que mueven a la masa, sino que es el colectivo el que les dice a los dirigentes hacia dónde tienen que ir. Tenemos la oportunidad de marcarles la cancha, de manifestarles, tanto al rectorado como al Gobierno provincial y nacional, hacia dónde queremos que vayan, y exigir que estén a la altura.
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Si hay algo en lo que Sofía Squire insiste es en la trascendencia de la articulación entre los diferentes actores de la comunidad. “Entender que nada se consigue de manera individual, siempre es de manera colectiva, es fundamental y te forma como sujeto social”, enfatiza. En momentos donde deshumanizar es una herramienta facilitadora del odio y la desintegración, hilar redes desde la empatía es el modo de seguir dando batalla.