La división entre el arte fino y el arte decorativo se reaviva en el mercado actual. ¿Debe la obra buscar la contemplación y la memoria, aunque duela, o la armonía estética para integrarse a la vida cotidiana? Esta nota contrasta las posturas de Pablo Mauvesin, el hiperrealista que rescata la ruina posindustrial, y Romina Cervi, la artista y galerista que defiende la permanencia del arte clásico frente al simplismo de las tendencias.
Actualmente hay varios debates acerca de lo que el arte representa y sobre todo, sobre su propósito en el mercado actual. Sin embargo el arte efímero y poco conceptual está valorado en millones. Este evento mundial se viene manifestando con mayor masividad en redes sociales, desde mediados de los 2000. En donde exponen distintos tipos de intervenciones y performances que generan controversia contante. Quienes participan y promueven esto son artistas y curadores que se autodenominan como disruptivos.
En este sentido, El Aspirante entrevistó las dos caras contrapuestas:
Pablo Mauvesin es artista plástico, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, y cuenta con más de 35 años de experiencia. Trabaja cien por ciento con acrílico. Para él el arte debe tener una intención expresiva profunda. Trabaja con el Hiperrealismo Post-Industrial y rescata la ruina de los autos oxidados como una meditación sobre la memoria y lo efímero. Él eleva el auto oxidado de la esfera de lo “útil” a lo “contemplativo”, buscando provocar o despabilar la memoria del espectador. Su técnica no busca la estética sino que la obra duele, funcionando como un retrato de recuerdos y temporalidad.
Cuando se le preguntó sobre: El arte decorativo busca embellecer y venderse con frecuencia. Tus cuadros, que son muy realistas y estéticos, tienen un mensaje de decaimiento industrial. ¿Crees que el mensaje social o conceptual de su obra actúa como un ‘escudo’ que la protege de ser considerada puramente decorativa?
Pablo respondió que no cree que su obra sea “estética” y rechaza que se clasifique como decorativa. Para él, “lo decorativo es solo armonía” y el arte no necesariamente tiene que “agradar”.
En paralelo, Romina Cervi, es autodidacta, artista y galerista en Rod Gallery. Su estilo es pictórico y evita las reglas que difieren de su propia concepción del arte y la libertad. Los colores intensos y vibrantes son elementos esenciales en su obra, y el acrílico es su técnica predominante. Defiende el arte clásico y la contemplación, distanciándose del arte decorativo o efímero.
Para Romina, aunque es galerista de un circuito que incluye lo decorativo, su obra personal se define como arte clásico. Su trabajo busca la permanencia estética y el peso simbólico en la imagen. Ella es categórica: el arte decorativo es ligero, sin mucho que analizar en profundidad y más superficial. Su búsqueda, en cambio, es generar algo más “interno” que el mero adorno.
La Influencia del Mercado: Encargo vs. Impronta
El punto de quiebre entre ambos se da al enfrentar la demanda del mercado y la funcionalidad de la obra. Pablo es inflexible con el encargo decorativo. Si un cliente le pide una réplica o una serie de autos con oxidación específica para decorar un espacio, él dice rotundamente: “no lo hago”.
Hablando hipotéticamente… Si un cliente te pide una réplica o una serie de autos con una oxidación específica para decorar un espacio, ¿cómo manejarías esa solicitud en términos de su identidad artística? ¿Dónde trazas la línea entre un encargo artístico y un trabajo decorativo?
“Si no tengo posibilidad de poner mi impronta, no acepto el pedido… La identidad está en cada obra que plasmé desde mis entrañas, que la sentí, la laburé y luché para lograr que todo el desgarro quede plasmado. Lo decorativo es sólo armonía.”

Esta es una de las obras de Pablo. Actualmente propiedad de la provincia de Córdoba.
Romina vive esta tensión en su día a día. Ella admite que su parte de artista y galerista “conviven, se cruzan, se contradicen a veces”. Sin embargo, se esfuerza por no dejar que el mercado condicione su proceso creativo.
“Cuando pinto o creo algo, no pienso en si se va a vender. Sería una manera muy triste de empezar. Lo hago desde la necesidad… Prefiero que mi rol de galerista aprenda de mi rol de artista, no al revés.”
Romina defiende que su galería tiene un rol más curatorial que comercial, buscando “seleccionar obras con sentido, con identidad, no en vender por vender”.
¿Reglas o creación?
La formación técnica es crucial, pero ambos discrepan sobre si esta implica “reglas” o “libertad”.
Aunque estudió en una institución tradicional, Pablo corrige la idea de haber aprendido “reglas (limitantes) sino técnicas”. Para él, el arte requiere la “inquietud de decir, de expresar, de comunicar”. El artesano, en cambio, es quién solo practica una habilidad aprendida, “quasi mecánicamente”. Él usa su conocimiento técnico para crear nuevas técnicas propias en la representación del óxido.
Romina también prioriza la “necesidad expresiva” sobre la “lógica de prototipo” del diseño industrial. Aunque hace series, no las hace para cubrir demanda, sino para “desarrollar una idea hasta agotarla emocional o simbólicamente”. Ella mantiene la singularidad en cada pieza, asegurando que cada una tenga “su propio pulso, su propia alma”.
¿Tu proceso de diseño se parece más a la inspiración del arte o al prototipado del diseño industrial? ¿Hacés series para cubrir la demanda? Y si es así, ¿cómo mantenés la singularidad en cada pieza?
“Mi proceso se parece mucho más al del arte que al del diseño industrial. No parto de una lógica de prototipo ni de producción, sino de una necesidad expresiva, de una imagen que me habita.A veces realizo series, sí, pero no para cubrir demanda, sino porque un mismo concepto me sigue hablando desde distintos lugares. Mis series tienen una temática, una raíz común, aunque cada obra sea distinta. No repito: desarrollo una idea hasta agotarla emocional o simbólicamente. Ahí es donde se mantiene la singularidad, porque cada pieza, incluso dentro de una serie, tiene su propio pulso, su propia alma”
Ambos coinciden en que la dicotomía persiste, pero difieren en la interpretación de su evolución. Pablo, al ser un artista de Fine Art (artista de estudio), se sintió “asustado y desconcertado” por la clasificación de su estilo como “Hiperrealismo post industrial” por parte de los críticos, validando su obra en el circuito académico.
Romina, desde la galería, ve una brecha ampliada, no difusa.
“Yo creo que hoy se consume más arte decorativo, pero no porque se haya acortado la distancia con el arte de museo, sino justamente por lo contrario… El arte de museo, en cambio, tiene otra escala: otro tipo de público, otra profundidad simbólica y, por supuesto, otro poder adquisitivo.”
Ambos artistas demuestran que, si bien el mercado exige la funcionalidad (arte decorativo), el valor artístico sigue residiendo en la autenticidad del gesto creador y en la voluntad de la obra de permanecer más allá de su capacidad de agradar.