Daniel Díaz Romero es licenciado en Comunicación Social, periodista especializado en ambiente y fundador del portal periodístico sobre temáticas ambientales de la provincia de Córdoba, Sala de Prensa Ambiental. En esta entrevista dialogó sobre la dimensión social, política y ecológica del periodismo ambiental, dónde se encuentra en la agenda mediática actual y cómo puede el periodista ambiental transformar las significaciones sociales sobre la naturaleza.
¿Cómo es ser periodista especializado en ambiente? ¿Cómo es, por ejemplo, recorrer territorios quemados, hablar con las comunidades afectadas por las problemáticas ambientales?
– El periodismo ambiental es muy particular. Tiene cierta complejidad linda, en el sentido de que vos tenés que primero, tener muchas ganas de hacer periodismo. Segundo, tener fuentes de información clave, saber a quién preguntarle sobre determinados temas. El periodista ambiental pasa a segundo plano porque el protagonismo se lo lleva la fuente de información, como tiene que ser para elaborar la noticia y que termine siendo la estrella del trabajo. Es un periodismo muy territorial. No es lo mismo estar en una redacción de un diario haciendo una llamada telefónica a un bombero y preguntarle cuántas hectáreas se quemaron, que caminar por el lugar que se quemó. Sentir el olor a quemado, que es muy penetrante. Sentir la tierra suelta en las zapatillas producto del suelo quemado. Sentir la boca seca. Todo eso te va creando un clima como para que vos después puedas contar esa historia. Ni hablar del hecho de estar con las personas que sufrieron un incendio, no es lo mismo que verle la cara, sentirle la voz quebrada. Cuando hay incendios forestales, los bosques, las montañas que se queman son el patio de la casa de los pobladores serranos. Sí, lo que para nosotros son 4 000 hectáreas que se quemaron, para alguien es territorio, es vida, es economía.
Por el tipo de periodismo que se viene haciendo hace algunos años, lo ambiental queda circunscripto a pajaritos y florcitas. Y en realidad, lo ambiental tiene una pata política, una económica y una social. Hay políticos que deciden poner recursos para proteger los bosques o no. Son decisiones políticas. Detrás de cada conflicto ambiental siempre hay intereses económicos. Y lo social, las personas están siempre dentro de los ecosistemas, hay personas que viven ahí que, en un momento para el otro, le arrancas un pedazo de vida.
Tenés que tener una sensibilidad para ir a hablar con el campesino que vive en el monte que se le quemó el rancho, esa historia se tiene que contar y tal vez nadie se ocupe de lo que vivió. La cuestión del periodismo ambiental tiene que ver mucho con la justicia, hay una frase que uso y me gusta mucho y es “sin justicia ambiental, no puede haber justicia social”. Los problemas ambientales, a quienes más afectan son a las clases más vulnerables. Con la crisis climática lo vemos, no lo va a pasar de la misma manera un verano extra caluroso una persona que vive en un country con aire acondicionado, pileta, agua potable, alimentación saludable o la posibilidad de viajar a otro lado. En un barrio marginal eso no sucede, imaginate una casa con techo de chapa en verano con más de 40°, que no tienen acceso a agua potable, que están mal alimentados y que se tienen que hacer comida caliente porque es lo más barato. Eso afecta la calidad de vida de las personas. Ese es el nudo de la cuestión ambiental: los problemas ecológicos están afectando la vida.
- ¿Qué lugar está ocupando el periodismo ambiental en las agendas mediáticas actualmente?
– No es fácil ganarse un lugar en la agenda mediática. El periodismo ambiental está ocupando poco lugar, pero cada vez más. Ha ido evolucionando fundamentalmente por pibes y pibas que han empezado a interesarse por esto, desde los medios no tradicionales. Las empresas periodísticas como Clarín, La Voz del Interior siguen con su agenda que es bastante obsoleta en cuanto al tema. Yo creo que hay una cuestión que es el nudo del periodismo ambiental y el porqué yo lo hago: no puede ser que un funcionario de un gobierno me venga a decir “Voy a desviar el río al lado del cual vivo para llevarlo a un campo de soja”. Ese funcionario está cuatro años ejerciendo y después se va, y yo me quedo en el territorio, el cual fue totalmente avasallado por un tipo que un día está y después se va. Eso a mi me parece indignante. Desde el periodismo ambiental hace falta ordenar el territorio, porque los gobiernos no lo hacen.
-De hecho hay algunos sectores del ambientalismo que dicen que hay que alinearse con los gobiernos y con el extractivismo para extraer recursos naturales de forma sustentable.
-Si, no existe el extractivismo sustentable. Y no es por una cuestión fundamentalista, sino que es una batalla cultural. El extractivismo es lo que es, no es sustentable, no lo dibujes con que es así. El gobierno de Córdoba y su Ministerio de Ambiente tiene mucho de eso, de la economía circular, etc. Es una batalla simbólica constante, uno ve que desde los sectores explotadores de recursos naturales siempre utilizan términos como sustentable, sostenible, remediación, reforestación, cuando lo que tienen que estar hablando es que son extractivistas. Después bancatela, no me la dibujes. Tenemos un ejemplo clarísimo en Córdoba con la ex mina de uranio de Los Gigantes. Ahí se extrajo uranio en la década del 80 para combustible de las centrales nucleares. Dinamitaron montañas, sacaron roca con uranio y las pusieron en unos piletones gigantes a los que les ponían ácido para separar la roca del uranio. Era una empresa privada que quebró, se fue y quedaron todos los piletones con residuos químicos y radioactivos. Eso está en el medio de las sierras de Córdoba desde hace 30 años. Esos piletones por supuesto que con el paso del tiempo tienen rajaduras y hay filtraciones. Aunque sea difícil de creer esos piletones están cerca de un arroyo, el cual desemboca en el Río San Roque, desde donde toma agua la ciudad de Córdoba. Esos químicos van al arroyo, del San Roque al agua de nuestras canillas. El extractivismo es eso: exploto el territorio, saco lo que me sirve y cuando ya no necesito más nada, me voy. Arreglar o remediar ese quilombo es un costo. Y el Estado, los gobiernos son responsables, porque los empresarios, uno entiende cuál es la lógica, quieren ganar plata. Pero es el Estado el que les permite o no hacer las cosas. El reclamo es a los gobiernos, no tanto a los empresarios desde mi punto de vista.
Otro problema en cuanto a la narrativa en el periodismo ambiental es que siempre está anclado a catástrofes. Incendios, inundaciones, explosiones de centrales nucleares, son todas cosas negativas. Es difícil, en contextos como nuestro país hoy, estar bombardeando a la gente con problemas y angustias. Necesita el periodismo ambiental un equilibrio para sacarse ese ancla de catastrofismo para tratar de llegar a la mayor cantidad de gente. Todas las cuestiones ambientales están presentes en nuestra vida, en el precio de nuestros alimentos, en la calidad de nuestro sueño, en las horas de descanso, en el agua que tomamos, en nuestro rendimiento físico e intelectual, todo.
–Esta pregunta la pensé teniendo en cuenta esto del catastrofismo ¿De qué forma puede el periodista ambiental contribuir a transformar las significaciones sociales acerca de la naturaleza? ¿Solo podemos pensar en la naturaleza como recurso natural para explotar y venderlo? ¿Cómo pensar la naturaleza como un lugar para habitar, cuidar y disfrutar?
-Hubo un escritor inglés llamado Charles Dickens que alguna vez dijo: “Conocen el precio de todo y el valor de nada”. Eso se aplica perfectamente a los conflictos ambientales. A todo hay que ponerle precio, como por ejemplo, un bosque nativo. Si yo no puedo sacar los árboles para hacer muebles, no sirve, es un espacio desperdiciado. Conozco su precio, pero no su valor. Existen cuestiones tan básicas que por ahí las perdemos de vista: desde el presidente Milei hasta el gobernador LLaryora, pasando por vos y yo, estamos respirando oxígeno que proviene de la naturaleza. Y eso no tiene precio, no cotiza en bolsa. ¿De dónde viene el oxígeno? No se fabrica en Silicon Valley. Viene del correcto funcionamiento de los ecosistemas que tenemos en el planeta. No puede haber progreso posible, porque no habría vida posible.
Y vuelvo a la justicia social como base de la justicia ambiental. La gente de barrios vulnerables, en enero en Córdoba cuando hacen 40°, no puede irse a Brasil o al Caribe. Agarra las cosas y se van a las sierras para meterse al río y refrescarse. Ese momento es muy importante para la calidad de vida de esas personas. Los gobiernos no pueden negar esos espacios para la gente más humilde porque también tienen derecho al ocio, a la recreación, a divertirse gratis. Es tu obligación como gobierno mantener estos lugares sanos, con árboles, con bosques nativos.
-Acá en Córdoba el bosque nativo está muy degradado ¿no?
-Sí, sumamente degradado. En buen estado de concentración, dicen los especialistas, solamente queda el 2,8% de bosque nativo. El 97% del territorio cordobés ya se desmontó. El gobierno de Córdoba hay que decirle que se ponga las pilas y gobierne en cuestiones ambientales, es muy del greenwashing. Y además, en el monte, hay gente que vive ahí, que lo trabaja, lo cuida y lo conoce. La población campesina ha ido perdiendo tanta tierra y quedan muy pocas, sobre todo en el norte de Córdoba. Su actividad productiva es alimentar las cabras, producir y comercializar leche, queso, dulce de leche. Esa gente cuida su monte porque las cabras se alimentan de los pastos y árboles que hay ahí, tienen mucha conciencia. Eso ha desatado un fenómeno muy importante en Córdoba y del que nadie habla que son los refugiados ambientales. Es un paralelismo con los refugiados de las guerras que escapan a otros países. En Córdoba lo que pasa con éstos campesinos, es que vienen empresarios de Buenos Aires y te dicen “Yo tengo el papel, este campo es mío”. El campesino no tiene nada firmado porque vivió ahí su padre, su abuelo, su tatarabuelo, no saben escribir, nadie se ocupó de decirle que necesitaba una escritura y son desalojados. Eso hace que terminen en los suburbios de las ciudades porque se tuvieron que ir y terminan en las villas. Imaginate un tipo que vivió toda su vida en el campo ¿Qué hace para sobrevivir en una villa?. Es un fenómeno que se viene dando. También pasó con gente que vivía en Sierras Chicas, que luego de una inundación muy grande que hubo en 2015 en donde el monte estaba todo pelado, vino la lluvia y se llevó todo puesto. La gente se fue porque las condiciones de vivienda de ese lugar desmontado ya no era habitable. Es forzado y es horrible, quedás totalmente a la deriva. Tenés que aprender a hacer trabajos que no sabes hacer, en un lugar que no conoces, con gente con costumbres muy diferentes. Entonces, falta mucho respeto con las comunidades.
En Salta, Jujuy pasa mucho con el litio. Las comunidades dicen que no quieren que extraigan el litio no por capricho, es una cuestión de que viven ahí. Extraer el litio de sus territorios implica alterar el curso de los ríos y arroyos de donde toman agua y que usan para el ganado y los cultivos. El caso de la megaminería en Argentina es una locura porque tienen el impuesto del 2,5% de lo que sacan, el 97,5% se lo lleva la empresa y en el país no queda nada.
-Ese es el argumento de algunos sectores del ambientalismo también, dicen que la extracción de recursos naturales es para la riqueza del país y acá nunca queda nada.
–Fijate esto que se anunció con los bancos de datos de OpenAI ¿Por qué los quieren instalar en la Patagonia, para que la gente viva mejor? Obvio que no. Es por el clima frío, para que los procesadores de datos que levantan mucha temperatura se enfríen. Pero además necesitan agua para refrigerar esas megacomputadoras, es como un aire acondicionado. Genera muy poca mano de obra, si eso está todo tecnologizado. Se ha vuelto muy injusto el sistema y quienes lo pagan son las personas con su salud, su calidad de vida a través de las temáticas ambientales que van condicionando su vida.
Lo mismo con Vaca Muerta que supuestamente iba a sacar adelante al país. Hace 15 años que funciona, todos los años supera su récord de producción y acá estamos, la nafta aumenta para nosotros todas las semanas. Es una mentira, no existe. Igual tampoco se trata de ser extremista, no planteamos volver a vivir en las cavernas. Es muy sencillo como preguntarse ¿Para qué querés extraer litio? Para hacer baterías de auto. ¿En Argentina? No, para Inglaterra, Alemania, España. Y bueno entonces no. ¿Qué beneficio voy a tener para el país? Si voy a sacrificar el territorio. Tiene que servir de algo.