En el marco del ciclo La vida en la química, organizado por el Consejo Profesional de Química de la Provincia de Buenos Aires, se presentó la experiencia de la licenciada Lorena Diblasi, biotecnóloga, profesional de apoyo del CONICET y egresada de la Universidad Nacional de Tucumán.

Su nombre ha tomado alcance internacional en los últimos años por un trabajo de investigación que, según ella misma explica, “se viene realizando de manera independiente desde 2022” y que ha despertado debate en distintos ámbitos académicos y sociales.

“Nosotros disponemos de un microscopio acoplado a fluorescencia de grafeno puro (es una versión oxidada del grafeno, en la que se añaden grupos de oxígeno a su estructura de carbono en forma de panal. Esto modifica sus propiedades: pierde parte de su conductividad eléctrica, pero gana fotoluminiscencia (emite luz al ser excitado), lo que lo hace útil en áreas como sensores, biomedicina y optoelectrónica) —relata Diblasi—. Empezamos a comparar entre patrones y partículas que encontramos dentro de diferentes marcas de vacunas del COVID-19. Lo que vimos fue que muchas de esas partículas poseen el mismo patrón de fluorescencia que el óxido de grafeno”.

El estudio, que contó con la colaboración de otros profesionales de Argentina y del mundo, se presentó también ante la justicia federal. “Ya se habían hecho análisis en la Universidad de La Plata y en otros países como Alemania y España. Lo importante era comparar resultados con distintos equipos y metodologías. Era una comunidad científica que, como digo siempre, prendía una señal amarilla de alarma”, señaló.

Lorena subraya que su trabajo no se llevó a cabo en soledad, sino en cooperación: Fue un esfuerzo colaborativo, no era un solo centro de investigación. Hubo enfermeros, médicos y bioquímicos que facilitaron muestras, aun en un contexto donde había mucho miedo a represalias”.

Consultada sobre cuál sería el “final feliz” de esta investigación, Diblasi respondió: Que se diga la verdad, de manera consciente y oficial. Porque lo más grave es que todo esto está basado en mentiras que engañan a la población”.

Más allá de la polémica que genera el tema, Lorena resalta el valor de su formación científica y de la química como motor de conocimiento: Todas las cosas pasan por algo, no hay casualidades. Haber trabajado en la industria farmacéutica, en docencia, en cromatografía y fármacos me permitió entender cómo se estaban violando controles de calidad. Ese conocimiento sirve hoy para desenmascarar lo que considero un engaño”.

Finalmente, remarcó el aspecto humano de su recorrido: “Lo más lindo de este camino es trabajar con investigadores de diferentes países, sin competencia, sin intereses políticos o económicos. Todo esto lo paga la gente, la misma gente que confía y que aporta para que podamos realizar estudios”.

La exposición de Lorena Diblasi en este ciclo dejó claro que la química, como disciplina, no solo se ocupa de la materia y sus transformaciones, sino también de abrir espacios de reflexión en torno al impacto social y sanitario de los avances científicos.