Son las 17 horas del sábado 13 de septiembre, en las afueras de Club Paraguay, ya hay un grupo de chicas esperando pacientemente ingresar a las instalaciones y asegurarse un lugar en la valla para presenciar lo más cerca posible el show de la consagrada artista. Es el cumpleaños de Marilina Bertoldi y el segundo show de la gira por su quinto álbum de estudio “Para quién trabajás vol. I”. 

En línea con su carrera músical y sus discos anteriores, “Para quién trabajás” es un álbum cargado de referencias culturales y sociopolíticas de la actualidad de nuestro país. Desde “Autoestima” donde afirma “escupimos para arriba, no es lluvia esto es Argentina” hasta la última canción del álbum “Monstruos”, un retrato de terror sobre los lesbicidios que sucedieron el año pasado en Barracas, el disco es una ofrenda de Bertoldi hacia el público que, tal como ella, se encuentra desorientado por el sentido de impotencia y orfandad política que caracteriza la época. 

En uno de los temas más sólidos del álbum, “Siglos”, que comienza con una radio vieja sintonizando una sesión de la Cámara de Diputados, entona: “Este desastre ya ocurrió, es hora de seguir amor”. La cantante y compositora reflexiona sobre lo cíclico de nuestra historia, sampleando temas de Sumo, y pensando constantemente en Charly García, intenta buscar en el sonido local argentino las claves para comprender nuestro presente. 

Las puertas abrieron a las 19:30, y la primera en tomar el escenario fue Gaba, una artista “transpop” cordobesa, que encendió el local con su consola y su voz distorsionada, levantando repetidas veces una bandera con la inscripción “Ritmo Travesti” y afirmando en determinado momento: “Que se sepa que las travestis estamos en la industria de la música y somos el futuro”. La audiencia la recibió cálidamente, aplaudiendo y gritando enfáticamente ante sus palabras. El clima de resistencia política y contracultural se empezaba a sentir cada vez más fuerte. 

Marilina finalmente salió a escena a las 21 en punto, y abrió con la primera canción del disco “No quieren más mi rocanrol” donde advierte, parafraseando  la frase tan explotada por todo el espectro político, “vienen por eso, por vos”. 

El público se vuelve loco ante su presencia, una audiencia colmada en su mayoría de mujeres, que saltan y cantan cada letra con sentimiento y mucho enojo. Esto se evidencia sobre todo en los momentos de silencio entre tema y tema, donde el público toma el protagonismo para arengar una variedad de mensajes que van desde desearle un feliz cumpleaños a Marilina, hasta el ya popularizado “Karina es alta coimera” y “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode”. La banda escucha emocionada y acompaña con el ritmo de la batería mientras Marilina mira hacia la audiencia sonriendo. Agradece constantemente, posiblemente consciente de lo que cuesta en la Argentina actual costear el precio de una entrada para un recital. 

Además de las canciones del último álbum, el cual compuso y produjo completamente sola, tuvieron lugar sus canciones más populares de álbumes anteriores. Particularmente “O No?” enciende siempre una llama muy particular en el público. La canción pertenece a su tercer disco de estudio “Prender un fuego”, y funciona como un retrato de época de esa primavera feminista que fue el 2018. “Estaba enojada y ahora estoy preparada” nos remite a consignas que acompañaban el deseo de unión y organización contra el sistema machista que parecía oprimir como nunca. 7 años más tarde, la canción sigue provocando el mismo clima de catarsis compartida que en ese momento. Las chicas gritan las letras desgarrándose las gargantas, y los focos de pogo se convierten en una gran masa que se mueve al ritmo de la música. 

El show terminó a las 22:30, con una Marilina fumando mientras  de fondo se escuchaba el último tema del álbum: “Después de todo este tiempo, pensé tenía un lugar / Para qué mentirte, no puedo más actuar / Se me va la vida intentando detener monstruos “. Las luces bajan, la banda ya no está en escena, ella se va caminando lentamente y de espaldas, no saluda y sale. 

Después de una jornada que combina pasión con consigna política, el público se dispersa en una suerte de exaltación y pereza, comenzando la peregrinación a la vereda del frente. A pesar de los constantes ataques a la cultura, y sobre todo a las disidencias, los bordes de La Cañada están repletos de jóvenes fumando, se escuchan risas y gritos, las amigas perdidas se encuentran y se abrazan, mientras la noche del sábado en la ciudad pareciera extenderse sin límites.