Es lunes a las 7:00 de la mañana y el centro de Córdoba despierta con un constante eco.

En las calles, el sonido de los motores se mimetiza con las bocinas que se adelantan al cambio de los semáforos, en ésta ciudad como en muchas otras , la contaminación sonora resulta invisible pero omnipresente, un ruido incesante de fondo que parese desapercibido para quienes están dentro de el y que se volvió parte de la vida cotidiana .

Para las personas que viven en zonas más transitada, el sonido nunca se apaga, no se calla, la música de los bares, los camiones, las bocinas de los autos son parte de un concierto sin fin de notas en las que ése sector urbanizado aprendido a coexistir, algunos cuantos con resignación y muchos otros en la lucha constante.

Casandra, una mujer de 75 años nos cuenta ” es como una alarma, no para , entras a tu casa y allí sigue, en cualquier parte ,el ruido no cesa”

La organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó al ruido por encima de los 65 desibelios (dB) como perjudicial, algunas zonas de la ciudad llegan a niveles de 90 desibelios en horas pico.

En un aturdimiento prolongado lo que parese ser una molestia menor, en realidad es un devenir de consecuencias serias a nivel físico y mental. Los especialistas advierten que la exposición prolongada a estos niveles de ruido , esta ligada a trastornos como esl estrés, ansiedad, problemas del sueño, entre muchos otros. “No nos damos cuenta pero la exposición diaria al ruido afecta a nuestro cuerpo , nuestro cuerpo reacciona como si estuviera en una situación de alerta constante” nos explica un reconocido doctor que desempeña tareas en el área cardiologica.

Al caer la noche el bullicio no cesa, es como si se transformara, el tráfico disminuye pero surgen otros ruidos, como el eco de los murmullos de las conversaciones junto con la música que se escapan por las ventanas de los edificios.

La ciudad sueña y respira las 24 horas del día como si el silencio fuera molesto y un lujo que no se puede permitir.