Un viernes cálido en el Centro Cultural de la UNC marcó el inicio del Proyecto Apoyo Escolar, con jóvenes que se sumaron al desafío de acompañar a sectores vulnerables.
Ese día, en la Ciudad de Córdoba, la temperatura había superado la media habitual de agosto: unos 25 calurosos grados. Para la noche se anunciaba la tormenta de Santa Rosa.
A las 15:30 me dirigí al Centro Cultural de la UNC, en Obispo Trejo 314, para presenciar el Acto de Inicio y la primera capacitación del Proyecto Apoyo Escolar, promovido por la secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Córdoba y pensado para cualquier estudiante de la UNC que quisiera sumarse como voluntario del proyecto.
El encuentro estaba previsto para las 16:00, así que esperé esa media hora en el patio interno del Centro Cultural.
El lugar me sorprendió: el Paseo Córdoba de la Nueva Andalucía es un espacio donde conviven un museo de sitio arqueológico, actos institucionales, prácticas académicas, actividades culturales y eventos artísticos. El museo, fruto del legado jesuita, expone las huellas superpuestas de la historia cordobesa. Aproveché para disfrutar de la brisa cálida y de la calma del espacio. Incluso me crucé con un compañero de la facultad y conversamos un rato antes de subir.
El encuentro se realizó en el auditorio general, en el primer piso, que estaba ocupado a la mitad de su capacidad. El ambiente era distendido y alegre, con música de rock nacional de fondo. Me sentí cómoda enseguida. La mayoría de los asistentes tenía entre dieciocho y treinta años.
El acto empezó a las 16:15. Los responsables de la capacitación explicaron el programa, sus objetivos y expectativas, que incluyen: acompañar y fortalecer las trayectorias escolares de niños, niñas y adolescentes, promoviendo su vínculo con la educación y contribuyendo a prevenir el abandono escolar.
Mas tarde se proyectó un video institucional y luego habló el secretario de Extensión Universitaria, Conrado Storani, quien agradeció la participación estudiantil y nos alentó a sostener el compromiso con el proyecto, que se viene realizando desde la pandemia en 2020.
Luego, los expositores presentaron las leyes nacionales de educación, la importancia de la extensión universitaria y la ubicación de las distintas sedes de trabajo: merenderos en la capital y Universidades Populares del interior. Además, desarrollaron las líneas básicas de acción. Explicaron que el proyecto se lleva a cabo dos veces al año: de abril a junio y de septiembre a noviembre.
También mencionaron que, en caso de realizarse capacitaciones los sábados en la capital, podría haber cobertura de pasajes, aunque aún no estaba confirmado. Recordaron, además, que la participación acredita horas de compromiso estudiantil, un requisito indispensable en todas las carreras de la UNC.
Hacia el final, hablaron sobre las necesidades y vulnerabilidades de los sectores en los que íbamos a trabajar y sobre las posibles formas de acompañarlos. El proyecto incluye el ofrecimiento de un desayuno en cada encuentro, clases de enseñanza y un espacio de juegos y recreación.
En la última parte nos dividimos por grupos según la sede asignada, nos presentamos y compartimos ideas sobre la extensión universitaria. Luego, regresamos al auditorio para un cierre conjunto y la toma de asistencia.
Al salir del Centro Cultural sentí que me llevaba más que una capacitación: me quedaba la certeza de que la universidad también late fuera de sus aulas. La extensión nos invita a mirar más allá de lo académico y a poner el conocimiento en diálogo con la realidad social.