En el marco de la V Bienal de Periodismo y Comunicación se realizó el taller “Comunicar las vejeces….¿a alguien le importa?” A varias decenas les importó.

Manuelita, esa tortuga de Pehuajó que María Elena Walsh hizo canción, se fue a Europa para que la hagan bella. Se había enamorado de un tortugo y decía: “Vieja no me va a querer”. Hoy muchas somos Manuelita, con un mercado anti-age presente en casi toda la cosmética femenina. “El primer problema es con la palabra viejo. A los viejos no les gusta que les digan viejos”, dijo Cecilia Lorenzo empezando una oleada de risas entre quienes la escuchaban.

— ¡Noo!, ¡Noo!—respondió unánime un grupo de más de quince personas mayores.

En la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) tuvo lugar un taller que en el título se preguntaba si a alguien le importaban las vejeces. Citaba a las 11, en el aula más grande del edificio, a quien le interesara la temática. Diez minutos pasaron y cerca de sesenta personas ya se habían acomodado. Entre ellas, jubilados y pensionados del centro Lealtad y Esperanza. También, adultas mayores invitadas desde el programa radial “Palabras mayores”, conducido por Cecilia Lorenzo.

Personas mayores del Centro de Jubilados y Pensionados Lealtad y Esperanza. Foto: Guadalupe Gentta.

Uno al lado del otro se ubicaron cuatro expositores. Sergio Cornejo, Director de Personas Mayores fue el primero en tomar la palabra. Su voz institucional venía del Ministerio de Desarrollo Humano, y lo primero que pronunció fue: “Soy militante de la vejez y creo que hablar de vejez es hablar de diversidad de vejeces”.

Cuando pensamos en las personas mayores parece que la enfermedad viene como sinónimo al margen. Además de un caudal de pastillas, tratamientos médicos y noticias sobre la jubilación, no hay otra cosa que digan los medios sobre esta población. “Y es grave”, señaló Cornejo, “porque son el 17% de los cordobeses y la tasa tiende a crecer”. Para él rige el “viejismo”, un paradigma asistencial que vincula a los adultos mayores con los cuidados, los geriátricos y la pasividad cuando se pasan los 60s.

La vejez se asocia con la dependencia hacia otros. Como si la vida se pausara indefinidamente en el momento en que se deja de trabajar y alguien más se tuviera que encargar de toda nuestra autonomía. “Las personas mayores suelen perder la noción de su participación social, se resignan a sus derechos”, comentó Cornejo. Para ejemplificar, habló de que a partir de los 70 deja de ser obligatorio el voto en Argentina y no es una falta civil no presentarse ante las urnas.

—Eso es para pechos fríos—respondió en voz baja una mujer de cabeza blanca.

De izquierda a derecha: Auil, Aguirre, Cornejo, Lorenzo y Gaitieri. Foto: Guadalupe Gentta

Hay algo con la voz de los viejos. Parece que suena tan bajito que no se la escucha si no les hablan de frente. “A muy poca gente le importa la vejez. Es un sector muy castigado”, afirmó Cecilia Lorenzo. Conduce hace veintiséis años el programa “Palabras mayores” y empezó por su abuela.

—Ella era la persona más informada, pero al mismo tiempo más enojada con la radio. Decía que la gente hablaba muy rápido, que nadie pasaba la música que a ella le interesaba y nadie hablaba de las cosas que ella quería escuchar.

Entonces la escuchó y le preguntó qué le gustaría consumir.

Viejos, no abuelitos

Para hablar de las vejeces se buscan palabras bonitas. “Hablamos con eufemismos. Pareciera que todos los viejos son abuelitos, viejitos, sabios”, dijo Lorenzo entre risas. El problema radica en que se dice de todo menos “viejo”. Viejo es un sinónimo de quedarse afuera, de dejar de servir. Descalifica. Lorenzo retomó que hace unos meses se hablaba de “viejos meados” y que hoy normalizamos que les peguen todos los miércoles en Córdoba y en Buenos Aires.

Repensar la edad como construcción social también implica poner estas discusiones sobre la mesa. Si bien las vejeces tienen una cara de vulnerabilidad y redes de apoyo particulares, no dejan de ser sujetos políticos por cumplir años. En este sentido, Cecilia Lorenzo propuso reivindicar el tiempo que llevamos vivos y plantear que los jóvenes no son el futuro ni los viejos el pasado: “Todos somos el presente”. Además de hacer que cada día valga la pena, como propuso Cornejo, ella subió la apuesta y subrayó: “Que valga la alegría, que nos valga la alegría llegar a ser viejos y viejas”.

CONECT.AR vejeces

—Es muy importante para nosotras volver a sentirnos queridas— dijo una integrante del Centro de Jubilados y Pensionados Lealtad y Esperanza.

SONY DSC

Integrante del Centro de Jubilados y Pensionados Lealtad y Esperanza. Foto: Guadalupe Gentta

Ivana Aguirre y Valeria Auil hicieron su tesis de grado en la FCC produciendo un manual de alfabetización digital para personas mayores. Hace cinco años gestionan el programa CONECT.AR en el barrio Ferroviario Mitre y fueron al taller acompañadas por las personas que ven todos los martes en el centro de jubilados.

“Creemos en la vejez productiva, en sujetos activos que pueden seguir aprendiendo y enseñándonos todos los días”, pronunció Auil. “Al principio teníamos cuatro alumnos, después diez y ahora somos casi treinta”, completó Aguirre, su compañera.

Para ellas, la inclusión digital no es solo un desafío técnico, sino un “acto de justicia social”. Reconociendo que existe una brecha generacional en la que los adultos mayores se ven más afectados (desde no comprender íconos en el celular hasta ser más vulnerables a estafas electrónicas, por ejemplo), les parece importante impulsar proyectos que democraticen el acceso a la información y a la tecnología.

El recibimiento fue muy positivo. Hoy mantienen un grupo de WhatsApp con encargados de hacer stickers y sacar fotos. En el taller, cuatro mujeres tomaron la palabra y agradecieron la escucha y el encuentro intergeneracional. “También tenemos que celebrar lo público y lo gratuito por abrirles las puertas al diálogo a las vejeces”, dijeron hacia el final.