Por Facundo Puiatti y Mara Salomon

Los pasos, conversaciones, charlas, puertas que se abren y cierran empiezan a escucharse desde temprano en Facultad de Ciencias de Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), resonando en los oídos de los jóvenes que, día a día, luchan por una educación gratuita y de calidad. En el centro de este vaivén se encuentra Augusto, un estudiante de cuarto año de Comunicación Social.

A las siete de la mañana, el colectivo recorre los caminos de la ciudad, lleno de personas y entre ellas, jóvenes como él que se reparten entre apuntes, trabajos y preocupaciones. El aumento del transporte, los altos costos de los alquileres y la creciente inflación golpean día a día, pero Augusto sigue adelante.

Al llegar, la facultad es un mundo de actividad y, a la vez, de carencias. Las aulas están llenas de estudiantes, algunos sentados en el suelo por falta de bancos y otros en sillas no muy cómodas. Sin embargo, la energía es palpable. En los pasillos de la facultad resuenas debates intensos, con cuestionamientos sobre el futuro de los medios, la libertad de expresión y el rol de la universidad pública en la sociedad. Es un espacio donde no solo se aprende teoría, sino también de la realidad que nos rodea.

Augusto y sus compañeros no solo estudian, también resisten. Son conscientes de las dificultades y riesgos que atraviesa la universidad pública, pero eso no apaga su sentido de pertenencia. Ser estudiante de la UNC es un privilegio que, para nosotros, los estudiantes, va más allá de los títulos o las notas: es una identidad, una responsabilidad social. Sabemos que, en tiempos como los actuales, cada clase, cada texto, es un acto de resistencia. Acá estamos porque creemos en algo más grande que nosotros mismos. Creemos en una educación que sea para todos, no solo para los que pueden pagarla.

La vida de los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación es un reflejo de lo que significa ser parte de la universidad pública en la Argentina de hoy. Un espacio donde la educación se convierte en un derecho y en un acto de resistencia, en el cual los jóvenes seguimos creyendo.