Por Mara Salomon y Facundo Puiatti
La inteligencia artificial (IA) ha emergido como un tema clave en estos últimos años, llamando la atención a partir de sus múltiples usos y capacidades que día a día sorprenden más a la sociedad. La educación superior no está exenta de esto, generando tanto entusiasmo como preocupación en el ámbito educativo. Su potencial para transformar la enseñanza es significativo, pero también plantea desafíos éticos y prácticos que deben ser abordados cuidadosamente.
Eduardo Norman Acevedo, docente en la Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano en Colombia, realizó una investigación denominada “La inteligencia artificial en la educación: una herramienta valiosa para los tutores virtuales universitarios y profesores universitarios”. En la misma argumenta que la IA puede revolucionar el ámbito educativo si se emplea de manera ética y adecuada.
Acevedo subraya que la efectividad de la IA en la educación depende en gran medida de su integración por parte de los docentes. Los profesores deben estar capacitados para utilizar estas herramientas de manera ética y responsable, asegurándose de que la IA complemente y no reemplace el pensamiento crítico. El investigador plantea que la IA debería ser vista como una herramienta que potencia el trabajo del docente, permitiendo una enseñanza más personalizada, evaluaciones más justas y liberando tiempo para aspectos cruciales del desarrollo estudiantil como el apoyo emocional y el desarrollo de habilidades sociales.
En el Global Education Forum Madrid 2024, Dan Levy, profesor de la Universidad de Harvard, enfatizó la importancia de integrar la IA en la enseñanza actual. Levy incentivo a los docentes a explorar cómo la IA puede mejorar su labor docente de inmediato, argumentando que el uso de esta tecnología debería ser tan común como el uso de internet. A través de ejemplos prácticos, Levy durante su exposición utilizó Chat Gpt para planificar una clase sobre la crisis de los misiles cubanos, ahorrando tiempo y mejorando la calidad del contenido.
Aunque la IA le proporcionó recursos valiosos, el reconocido profesor destacó que su rol como experto seguía siendo crucial para adaptar la información a sus necesidades específicas. Según Levy, la IA debe ser vista como un asistente que facilita el trabajo, no como un reemplazo del docente.
Finalmente, Levy reflexionó sobre el uso de la IA por parte de los estudiantes, advirtiendo que un uso superficial, como copiar y pegar respuestas, puede limitar el aprendizaje. El desafío para los educadores es enseñar a los estudiantes a utilizar la IA de manera que promueva un aprendizaje profundo y significativo.
Podemos concluir entonces que la IA, cuando se usa de manera ética y adecuada, tiene el potencial de enriquecer la educación superior. No obstante, es esencial que tanto docentes como instituciones educativas se adapten y establezcan directrices claras para maximizar sus beneficios mientras se disminuyen sus riesgos.