Los datos sobre la educación universitaria argentina muestran dos tendencias en aparente contradicción. Según la Síntesis de Información Estadística Universitaria, publicado por el Ministerio de Capital Humano en 2022 Argentina tenía una población universitaria de 2 720 531 estudiantes, con 763 419 nuevos inscriptos y 162 511 egresados. Estos números por sí solos no permiten captar la realidad en su totalidad con una sola mirada.
En efecto, para tener una visión completa del funcionamiento de los sistemas universitarios es necesario considerar el tamaño de la población universitaria y el número anual de egresados, con respecto a dicha población. El último estudio comparativo de este tipo, realizado por el Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano, se remonta a 2021 y analiza los números sobre la educación universitaria sudamericana. Argentina tiene la mayor población universitaria de la región con 557 estudiantes por cada diez mil habitantes. La siguen Brasil con 408 y Chile con 355. Con respecto al número de egresados, el orden de los países se invierte: en primer lugar está Chile con 80 egresados cada 100 inscriptos, en segundo lugar Brasil con 34 y la Argentina baja a 20. ¿Por qué estos dos datos parecen fotografiar dos tendencias opuestas?
Estos números tienen su raíz en las diferencias entre los sistemas universitarios de los países sudamericanos. Por lo tanto, es importante comparar los sistemas para comprender la coexistencia de los datos mencionados.
Por un lado, se refiere al acceso a la universidad. Alieto Guadagni, director del CEA, afirma: “Es importante prestar atención a que los sistemas de ingreso a la universidad en nuestro país son totalmente diferentes a los de nuestros vecinos. Tenemos ingreso irrestricto determinado por ley. Pero al mismo tiempo tenemos muy pocos graduados. Por su parte, nuestros vecinos tienen exámenes generales de graduación secundaria (el ENEM en Brasil y la PAES en Chile)”. De hecho, según el artículo 4 de la Ley de Educación Superior 27 204, promulgada inicialmente en 1995 y reformada en 2015: “Todos los alumnos que aprueban la enseñanza secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta en el nivel de educación superior”.
Marcelo Rabossi, investigador especializado en educación superior, sugiere, por ejemplo, una relación entre el modelo de acceso irrestricto y la baja tasa de graduación. La falta de “control” en el ingreso generaría una suerte de proceso de selección del tipo “supervivencia del más apto”. Siendo los menos aptos para “sobrevivir” los alumnos de los quintiles más bajos, que a su vez son los que menos egresan.
Por otro lado, hay que considerar el costo de los estudios: en Brasil y Chile hay una mayoría de universidades privadas, mientras que en Argentina la universidad pública es más fuerte y extendida. Esto, por supuesto garantiza el acceso, pero potencialmente aumenta la posibilidad de deserción, especialmente durante los primeros años. La Síntesis de Información Estadística Universitaria, por ejemplo, muestra que el 56 % de los nuevos inscriptos a carreras de pregrado y grado en 2021 continuó sus estudios en 2022. Este dato permite imaginar cómo el sistema argentino favorece el acceso, pero también facilita el abandono.