Según los datos del Anuario Estadístico 2022 de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), durante ese año, el 48,6 % de los alumnos que se reinscribieron en la casa de estudios no había rendido ningún examen el año anterior, mientras que el 18,8 % rindió uno o dos exámenes durante el mismo período.
En total, el 78,6 % del alumnado que tenía la UNC (166.840 estudiantes) se reinscribió y continuó su carrera como alumno regular, siendo en total 131.294 los alumnos que se reinscribieron frente a 35.546 ingresantes.
Según el Manual de Registro y Seguimiento de la Población Estudiantil de la UNC, los reinscriptos son aquellos estudiantes “a los que se actualiza su inscripción en la misma oferta”, es decir quienes continúan la carrera en un año académico “posterior a su última inscripción”.
“Un estudiante es reinscripto aunque haya pasado un tiempo sin actividad académica en esa oferta, con o sin trámite de reincorporación y sigue manteniendo su año de ingreso (año de cohorte), a condición de haber cumplimentado cada año su reinscripción”, explica el manual.
El dato llamativo fue la gran cantidad de reinscriptos que no rindieron ningún examen durante el año anterior. En 2022 la pandemia llegaba a su fin y las aulas volvían a habitarse, pero ¿qué pasó durante la pandemia? ¿Cómo aprendieron los estudiantes en un contexto tan improvisado de estudio?
El 2021 tuvo un total de 132.501 reinscriptos de los cuales el 44,2 % no rindió durante el 2020. Teniendo en cuenta que los años anteriores de presencialidad tuvieron 43,4 % de estudiantes que no rindieron exámenes en 2019 y 42,2 % en 2018, los datos de pandemia muestran una suba en la cantidad de alumnado que no rindió y dejan en claro que a gran parte de los estudiantes se les dificultó rendir de manera virtual.
El artículo “De los efectos de la pandemia COVID -19 sobre la deserción universitaria: desgaste docente y bienestar psicológico estudiantil”, publicado en la Revista Educación Superior y Sociedad de la Unesco, aborda la repercusión de la pandemia en la permanencia universitaria y muestra las principales dificultades de estudiantes surgidas a raíz de la necesidad de continuar el cursado en modalidad virtual.
En el artículo se analizan distintas categorías: la primera es la dimensión cognitiva, que según se destaca, tuvo que ver con factores vinculados a la deserción tales como “la escasez de tiempo, desmotivación y decepción”. La dimensión emocional agrupó “factores potenciados” durante el aislamiento tales como “el estrés, ansiedad, los problemas relacionales y el experimentar incertidumbre e inseguridad”. La dimensión institucional vinculó el abandono al “mal rendimiento, la desigualdad y exclusión”. Por último, la dimensión material rescató como obstáculos principales, “la falta de dinero y el tener que trabajar”.
Todas estas variables muestran que “existe algún tipo de vinculación entre el bienestar psicológico y la posibilidad de permanencia”, y muestran la diversidad de motivos que pueden afectar a los estudiantes e impedir que aprueben exámenes o sigan el ritmo a carreras que, acostumbradas a la presencialidad, debieron reorganizarse a través de una pantalla.