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Debo admitirlo: la culpa es mía por haber confiado en una casa de apuestas. No alcanzó con los años y años de machaques de docentes y familiares ni con las historias de gente que perdió todo. No les hice caso y me creí un poco más y ahí fui directo a sus garras sin más que una ilusión, pero encima una ilusión que no tenía nada que ver con la plata.

Racing jugaba contra Red Bull Bragantino, de Brasil. El partido prometía muchísimo en lo futbolístico pero, la verdad, es que una segunda fecha de fase de grupos tampoco era tan trascendental. El problema no estaba en que se ponía en juego sino en cómo ver el partido, porque la transmisión iba por DirecTV, servicio que ninguno de mis amigos tiene y que, además, suele andar mal en páginas non sanctas. 

Para el encuentro faltaban dos horas, no tenía mucho tiempo para decidir si irme a un bar o jugármela a probar que pasaba en mi casa. No estaba (ni estoy, soy periodista, no importa cuando leas esto) en el mejor momento para gastar plata en cerveza y comer algo. Cuando todo parecía que iba a elegir verlo por una página que iba a dejarme llena de virus la compu un milagro apareció.

La casa de apuestas Betsson, sponsor de Racing, puso en twitter que cualquiera podría ver el partido en su página si se registraba. Obvio que ahí fui, como un niño cuando ve un caramelo, entré desesperado y les di mis datos que solo sabemos el Estado, Google y yo. Tardé un minuto en registrarme y otro en darme cuenta que para ver el partido había que apostar plata. Primer gol de Betsson.

Dudaba, no sabía si irme al bar y desde Betsson me ofrecieron duplicar mi primera carga de saldo así que ahí fui, otra vez cegado, a escanear un código QR de MercadoPago para poner el mínimo de carga que son $500 en la billetera virtual. Obvio que lo hice para tener el doble de plata, sino lo pensaba una vez más. Cuando intento ver mi plata duplicada no aparecía, solo había $500. Casi mato a mails a la empresa, pero chequee los términos y condiciones y aclaraban que el monto mínimo para duplicar mi dinero era de $1000, así que me quedé solo con $500 en mi billetera. Segundo gol de Betsson.

Puteé, me reí por lo bien que me la hicieron y pensé en que si ya perdí esos $500, era mejor apostarlos y capaz ganar algo. Le puse $150 al triunfo de Racing y otros $150 a que Adrián Martínez hacía un gol. Los $200 restantes los usé para jugar en una ruleta virtual que tiene Betsson a ver si la pegaba. Jugué $100 al rojo, salió negro. Jugué $100 al negro, salió rojo.

Me bañé, me puse cómodo para ver el partido en Betsson (¿quién relatará? pensé) y le di play. La pestaña con la transmisión es 1/16 de página estaba en la misma pestaña en donde se hacían las apuestas para Racing-Bragantino, pero como ya había jugado mis fichas mucho no me importaba conocer el estado en vivo de lo que pagaba el triunfo de uno y de otro. Era mucho mejor ver el partido en pantalla completa, al fin y al cabo era para lo que había pagado. Busqué, volví a buscar y probé botones hasta que me di cuenta de que no está la posibilidad de verlo en pantalla completa. Tercer gol de Betsson.

Cómo el tercero entró por una desatención, miré cual arquero que quedó solo en la primera jugada y grité: “que hijos de puta que son, como me la metieron”, mirando para los costados, desconsolado. Traté de concentrarme en el partido, festejé un poquito más el gol de Adrián Martínez y cuando el árbitro pitó el final, con un 3-0 arriba, además de estar contento fui a buscar mi premio.

El saldo decía $700. No era mucho, pero al menos gané algo más que mi inversión, me alegré. Gol mío. Para retirar, Betsson me pedía mi CBU, cargué los datos (si total ya tienen hasta mi DNI, pienso) y aunque ya parecía imposible Betsson me emboca una vez más. “El monto mínimo de retiro es $1000” encontré en google, porque ellos no lo especifican.

Respiré hondo, le pregunté a un amigo periodista deportivo que hacer y me preguntó cuánto pagaba el empate entre Argentinos y Barracas Central el lunes, ya que, de darse la paridad pasarían ambos de ronda. Me fijé y ganaría más plata con el empate que con cualquier triunfo, era poner $700 y llevarme casi $2900. Una vez más, ya perdido por perdido, me jugué todo mi saldo ahí y esperé cinco días para ver si me salía bien o si ya directamente perdía todo (la plata, la ilusión de ver el partido, etc). 

Llegó el lunes. No pensé en el partido durante todo el día pero ahora, mientras veo Independiente-Talleres chequeo el resultado minuto a minuto. Gol de Barracas al primer minuto, la puta madre. ¡Vamos bicho, vamos! ¡GOL! Quédense así, no jodan más dale. Gol de Argentinos otra vez y encima mete el tercero, la re puta madre. Le rezo al Chiqui Tapia, parezco hincha de Barracas, festejo el 3-2 y me meto de lleno en el partido. Minuto 90 y el partido sigue ahí, trabado. Minuto 91 y no pasa nada. Minuto 92 y la pelota pasa al defensor que no llega a despejar con la cabeza, le cae a Tolosa que se acomoda y GOOOOOOOOOOOOL. Pedí perdón pibe, entiendo la ley del ex y eso, pero me hiciste ganar un poquito de plata en este desempleo durísimo. Como nunca pasó ni pasará, en Córdoba se gritó un gol de Barracas Central.

Son las 10 de la noche de un lunes, estoy solo en mi cama poniendo mi CBU en una página de apuestas para sacar $2900 que van a llegar en 24 horas. Me prometo algo: nunca más creerle a una casa de apuestas, porque ya les gané una vez y prefiero quedarme con ese triunfo para siempre.

Por Simón González Alegre

Me gusta explicar cosas difíciles y usar palabras bonitas. Amo entrevistar y hacer crónicas. En otra vida quisiera ser un periodista en un país donde se pague bien el oficio.