En el marco del evento Manzana Jesuítica en flor, una de las actividades propuestas por el Museo Botánico de la UNC fue el Taller Mi propio herbario donde expertos explicaron el procedimiento de herborizado, identificación y montaje del mundo vegetal. Además comentaron sobre lo fundamental de este tipo de registros para reconocer geográficamente nuestra flora y para construir un marco de referencia científico. El taller fue dictado por los profesionales en biología y botánica René Minhot y Rocío Deanna y por ilustradoras botánicas como Silvana Montecchiesi.
La finalidad de la herborización gira en torno a la identificación de la flora por zona geográfica, al estudio morfológico o evolutivo de un grupo de plantas, la descripción de nuevas especies e incluso las causas de extinción de alguna de ellas. “Tenemos especímenes de hace más de 100 años, colecciones históricas de acá y podemos ver como el transcurso del tiempo afectó el desarrollo entrópico y desaparecieron ciertas especies que estaban en ciertas áreas geográficas. Podemos estudiar la genealogía y cómo a partir del cambio climático fue mutando el tiempo de floración y de fructificación de ciertas especies”, explicó Rocío Deanna. Por otra parte, coleccionistas privados también herborizan desde un punto de vista recreativo, estético y artístico.
Como trabajan los botánicos en la herborización
El primer paso del proceso de herborización es la recolección de datos descriptivos y la deshidratación de la planta extraída. Para ello se utilizan carpetas o colchones de papel absorbente, como el de sulfito libre de ácido, que se prensa y se expone al calor de un caloventor. Cuanto más húmeda sea la planta, más frecuentes son los cambios de cubierta. “Es fundamental cuando herborizamos que la parte reproductiva del vegetal esté abierta. Deben abrir las flores con las manos, le damos la forma deseada y le agregamos peso con el prensado”, fue la explicación del paso a paso de René Minhot. Ante la aparición de hongos, recomiendó aplicar alcohol a la extracción aunque en su exceso “podría dañar el ADN y ser un impedimento para estudios moleculares en el futuro”. Detalló, no obstante, que el caso de los cactus “marca una diferencia ya que este tipo de plantas requiere cortes tangenciales y un proceso de hervor de por medio”.
“Una vez que se realizó la deshidratación e identificación del ejemplar, el espécimen pasa dos semanas en el freezer bajo un protocolo estricto cuya finalidad es exterminar poblaciones de bacterias, insectos u hongos y las deposiciones de huevos de los mismo”, continúo.
Luego indicó que lo que sigue es el “montaje de la planta” en una carpeta especial y su envío a estanterías destinadas especialmente a la preservación de los especímenes. Algo curioso es que posterior al montaje se pueden retirar las banditas adhesivas y rehidratar el espécimen para volver a estudiar el vegetal o para ilustrar representaciones del mismo en su estado vivo. “De esta manera el ejemplar se vuelve manipulable y mejor adaptado para someterse a ser analizado por una lupa de laboratorio”, aseguró. Como mecanismo de rehidratación suele utilizarse el microondas y una gotita de detergente que permiten ablandar el tejido vegetal.
Luego de dar por finalizado el taller tuvimos la posibilidad de visitar el herbario del Museo Botánico. El mismo se encuentra a una temperatura de 18 °C que es ideal para evitar la proliferación de hongos y para que los ejemplares no se resquebrajen por un exceso de deshidratación.
El lugar lucía bastante como una biblioteca de plantas organizada por familias y especies, mientras que los colores de las carpetas indicaban si eran de Córdoba, de Argentina o del resto del mundo. En la actualidad, el herbario posee una colección de 500 000 especímenes vegetales y 50 000 de ejemplares de hongos.