Por Lola Aimasso, Morena Goitea y Aylen Pérez –
Del análisis realizado por la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) correspondiente al periodo integrado entre 2004 y 2019, esto es durante 15 años, el sociólogo Gonzalo Assusa, revela que la brecha en el acceso a la educación entre los jóvenes de mayor y menores ingreso económico de nuestro país se achicó. Sin embargo, Assusa plantea el hecho de que los jóvenes que cuentan con un poder adquisitivo mayor siguen teniendo más posibilidades de ingresar al sistema de trabajo, y en caso de no conseguirlo, de continuar con su formación.
En línea con esta problemática, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó en el año 2021 un informe que analizaba como el trabajo informal se correlaciona con la falta de educación en América Latina.
Los datos aportados por ambos informes suponen que más allá de los estigmas y de la cultura de los jóvenes “ni-ni” (que ni trabajan, ni estudian), existen complejidades a nivel social que condicionan los niveles de acceso y formación de los jóvenes. Si bien las diferencias en materia de educación han disminuido, quienes aún se encuentran imposibilitados de completar sus estudios, secundarios, terciarios e incluso universitarios, tienen mas dificultades de insertarse en el mercado laboral formal, en comparación con aquellos que los concluyeron.
En lo que respecta a la investigación de OCDE, surge un aporte especifico acerca de las diferencias de acceso por género. Los resultados arrojaron en la mayoría de los países latinoamericanos resultados similares. A pesar de que el trabajo informal predomina entre las personas que no han finalizado sus estudios, en la Argentina no se identifica una brecha significativa por género. Es decir, el hecho de no haber finalizado sus estudios conduce, sin distincion de genero, que las personas que no completaron sus estudios obtengan casi las mismas oportunidades en el mercado informal.